jueves, 30 de abril de 2015

Hoy, como en aquellos films que comienzan recordando un hecho pasado, la liturgia hace memoria de un gesto que pertenece al Jueves Santo: Jesús lava los pies a sus discípulos (cf. Jn 13,12). Así, este gesto —leído desde la perspectiva de la Pascua— recobra una vigencia perenne. Fijémonos, tan sólo, en tres ideas.



Día litúrgico: Jueves IV de Pascua
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Texto del Evangelio (Jn 13,16-20): Después de lavar los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: el que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado».

Comentario: Rev. D. David COMPTE i Verdaguer (Manlleu, Barcelona, España)

Después de lavar los pies a sus discípulos...



Hoy, como en aquellos films que comienzan recordando un hecho pasado, la liturgia hace memoria de un gesto que pertenece al Jueves Santo: Jesús lava los pies a sus discípulos (cf. Jn 13,12). Así, este gesto —leído desde la perspectiva de la Pascua— recobra una vigencia perenne. Fijémonos, tan sólo, en tres ideas.

En primer lugar, la centralidad de la persona. En nuestra sociedad parece que hacer es el termómetro del valor de una persona. Dentro de esta dinámica es fácil que las personas sean tratadas como instrumentos; fácilmente nos utilizamos los unos a los otros. Hoy, el Evangelio nos urge a transformar esta dinámica en una dinámica de servicio: el otro nunca es un puro instrumento. Se trataría de vivir una espiritualidad de comunión, donde el otro —en expresión de Juan Pablo II— llega a ser “alguien que me pertenece” y un “don para mí”, a quien hay que “dar espacio”. Nuestra lengua lo ha captado felizmente con la expresión: “estar por los demás”. ¿Estamos por los demás? ¿Les escuchamos cuando nos hablan?

En la sociedad de la imagen y de la comunicación, esto no es un mensaje a transmitir, sino una tarea a cumplir, a vivir cada día: «Dichosos seréis si lo cumplís» (Jn 13,17). Quizá por eso, el Maestro no se limita a una explicación: imprime el gesto de servicio en la memoria de aquellos discípulos, pasando inmediatamente a la memoria de la Iglesia; una memoria llamada constantemente a ser otra vez gesto: en la vida de tantas familias, de tantas personas.

Finalmente, un toque de alerta: «El que come mi pan ha alzado contra mí su talón» (Jn 13,18). En la Eucaristía, Jesús resucitado se hace servidor nuestro, nos lava los pies. Pero no es suficiente con la presencia física. Hay que aprender en la Eucaristía y sacar fuerzas para hacer realidad que «habiendo recibido el don del amor, muramos al pecado y vivamos para Dios» (San Fulgencio de Ruspe).

miércoles, 29 de abril de 2015

Tenemos un Dios que nos ama, nos ha advertido, por medio de su Palabra, que realizar las acciones contrarias a los mandamientos, destruyen la vida del hombre, tanto la propia como la de los demás. 



El Evangelio de hoy 
Juan 12, 44-50

En aquel tiempo, exclamó Jesús con fuerte voz: "El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; el que me ve a mí ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que el que crea en mí no siga en tinieblas.

Si alguno oye mis palabras y no las pone en práctica, yo no lo voy a condenar; porque no he venido al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

El que me rechaza y no acepta mis palabras, tiene ya quien lo condene: las palabras que yo he hablado lo condenarán en el último día. Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que mi Padre, que me envió, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar. Y yo sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que hablo, lo digo como el Padre me lo ha dicho".


Reflexión 
Algunas veces podrían sonarnos chocantes y fuera de sentido algunas de las palabras que encontramos en los santos evangelios. Sin embargo, estas palabras no las ha dicho Jesús por necedad, sino porque son las que le ha mandado el Padre. Por ejemplo, cuando leemos los mandamientos, en medio de nuestra cultura tan moderna y desarrollada, no falta quien diga, entre otras cosas, que el sexto mandamiento de la ley de Dios es una muestra del Dios retrógrado en el que todavía algunos creen.

Y su argumento es que mientras haya amor, la relación íntima puede ser hecha antes del matrimonio e incluso entre personas del mismo sexo. Quienes afirman esto -incluidos los mismos bautizados- es que no han comprendido que, precisamente porque tenemos un Dios que nos ama, nos ha advertido, por medio de su Palabra, que realizar las acciones contrarias a los mandamientos, destruyen la vida del hombre, tanto la propia como la de los demás.

En el Paraíso, Dios le dijo a Adán: "El día que comas de esta fruta (que desobedezcas), ese día morirás". Las consecuencias las conocemos y las vivimos: guerras, homicidios, rencor, egoísmo, destrucción. Por ello, San Pablo escribirá a los Romanos: "El salario del pecado es la muerte". Por eso, es que Jesús no nos va a condenar, nosotros mismos, si decidimos seguir el camino del pecado, habremos tomado el sendero de la autodestrucción, de la autocondenación.
 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro 

lunes, 27 de abril de 2015

La vida eterna, como don divino, es la continuación de la vida que obtenemos por el amor de nuestros padres. 

martes, 21 de abril de 2015

«Señor, danos siempre de este pan» (Jn 6,34): que estas palabras, pronunciadas por los judíos desde su modo materialista de ver la realidad, sean dichas por mí con la sinceridad que me proporciona la fe; que expresen de verdad un deseo de alimentarme con Jesucristo y de vivir unido a Él para siempre.

lunes, 20 de abril de 2015

Es, pues, importante, junto con nuestro trabajo cotidiano, con el cual sostenemos el cuerpo, el trabajar también por el alimento espiritual el cual nos es dado por el mismo Cristo. La lectura diaria del "pan de la Palabra".

jueves, 16 de abril de 2015

El Evangelio de hoy
Juan 3, 31-36

"El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu.

El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él".


Reflexión

Es interesante el binomio que utiliza San Juan en este pasaje. Fijémonos que dice: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida". De manera que no basta creer, sino que es necesario obedecer.

Esto lo refiero pues hay algunos hermanos que dicen: "Yo creo en Dios, incluso yo creo en Jesucristo pero "no voy a misa"; o algunos otros: "Yo soy un buen cristiano, pero en lo que se refiere a mis negocios, sigo la "ley del más fuerte". Este abismo que se va creando entre fe y vida, entre creer y obedecer es el que hace que la resurrección de Cristo no se manifieste con fuerza en muchas comunidades.

Es esencial creer, pero esto es fundamentalmente un don de Dios, pues quién puede creer que un hombre resucitó hace dos mil años y aún está vivo, si no es porque Dios se lo atestigua en el corazón; sin embargo, obedecer es una respuesta libre de nuestra voluntad a la fe en el Resucitado. Jesús nos probó que es Dios resucitando, probémosle que realmente creemos en su resurrección y en él mismo, llevando una vida conforme al Evangelio. Creo que es justo, ¿no?

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro

miércoles, 15 de abril de 2015

El pasaje del Evangelio de hoy identifica a Jesucristo como «el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6). Sin Jesús sólo encontramos desolación, falsedad y muerte. Sólo hay un camino, y sólo uno que lleve al Cielo,que se llama Jesucristo. Cristo no es una opinión más. Jesucristo es la auténtica Verdad.

martes, 14 de abril de 2015

La misma dificultad que encontraba Nicodemo para entender lo que Jesús le decía es la que encuentran los que, aun siendo bautizados, no tienen una oración asidua y un trato frecuente con la Escritura. Tengamos tiempo para Dios, convirtámonos en verdaderos hombres y mujeres de oración, esto abrirá nuestra inteligencia no sólo al misterio de Dios, sino a nuestro propio misterio

martes, 7 de abril de 2015

Jesús se le revela a María Magdalena y la envía como evangelizadora, como anunciadora de la gran noticia: "Está vivo, resucitó, yo lo he visto". Es, pues, necesario que cada uno de nosotros, como María Magdalena, tomemos nuestro papel en este anuncio. Ninguna lengua se puede quedar callada: ¡Cristo está vivo!

lunes, 6 de abril de 2015

Las reacciones de las mujeres ante la presencia del Señor expresan las actitudes más profundas del ser humano ante Aquel que es nuestro Creador y Redentor: la sumisión —«se asieron a sus pies» (Mt 28,9)— y la adoración. ¡Qué gran lección para aprender a estar también ante Cristo Eucaristía! 

miércoles, 1 de abril de 2015

Como recordó Juan Pablo II, Dios desea acercarse al hombre, Dios quiere dirigirle sus palabras, mostrarle su rostro porque busca la intimidad con él.

Día litúrgico: Miércoles III de Cuaresma
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Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

Comentario: Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez (Sitges, Barcelona, España)

No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas (...), sino a dar cumplimiento 


Hoy día hay mucho respeto por las distintas religiones. Todas ellas expresan la búsqueda de la trascendencia por parte del hombre, la búsqueda del más allá, de las realidades eternas. En cambio, en el cristianismo, que hunde sus raíces en el judaísmo, este fenómeno es inverso: es Dios quien busca al hombre.

Como recordó Juan Pablo II, Dios desea acercarse al hombre, Dios quiere dirigirle sus palabras, mostrarle su rostro porque busca la intimidad con él. Esto se hace realidad en el pueblo de Israel, pueblo escogido por Dios para recibir sus palabras. Ésta es la experiencia que tiene Moisés cuando dice: «¿Hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está Yahvé nuestro Dios siempre que le invocamos?» (Dt 4,7). Y, todavía, el salmista canta que Dios «revela a Jacob su palabra, sus preceptos y sus juicios a Israel: no hizo tal con ninguna nación, ni una sola conoció sus juicios » (Sal 147,19-20).

Jesús, pues, con su presencia lleva a cumplimiento el deseo de Dios de acercarse al hombre. Por esto, dice que «no penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). Viene a enriquecerlos, a iluminarlos para que los hombres conozcan el verdadero rostro de Dios y puedan entrar en intimidad con Él.

En este sentido, menospreciar las indicaciones de Dios, por insignificantes que sean, comporta un conocimiento raquítico de Dios y, por eso, uno será tenido por pequeño en el Reino del Cielo. Y es que, como decía san Teófilo de Antioquía, «Dios es visto por los que pueden verle; sólo necesitan tener abiertos los ojos del espíritu (...), pero algunos hombres los tienen empañados».

Aspiremos, pues, en la oración a seguir con gran fidelidad todas las indicaciones del Señor. Así, llegaremos a una gran intimidad con Él y, por tanto, seremos tenidos por grandes en el Reino del Cielo.