jueves, 30 de julio de 2015


Evangelio según san Mateo 13, 47-53
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron. Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo». Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.

Oración introductoria
Jesús gracias por permitirme este encuentro contigo. Me pongo delante de Ti para presentarte mis debilidades, preocupaciones y también aquello que no me agrada, así como mis alegrías, triunfos e ilusiones. Me pongo en tus manos y te pido la fortaleza necesaria para perseverar en el amor a Ti.

Petición
Jesús permíteme comprender el fin de la vocación en mi vida para que pueda hacer sólo lo que te agrada.

Meditación del Papa S Juan Pablo II

La parábola de la cizaña en medio del trigo y la de la red para pescar se refieren, sobre todo, a la presencia, ya operante, de la salvación de Dios. Pero, junto a los "hijos del reino”, se hallan también los "hijos del maligno”, los que realizan la iniquidad: sólo al final de la historia serán destruidas las potencias del mal, y quien hay cogido el reino estará para siempre con el Señor. Finalmente, las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa, expresan el valor supremo y absoluto del reino de Dios: quien lo percibe, está dispuesto a afrontar cualquier sacrificio y renuncia para entrar en él.

De la enseñanza de Jesús nace una riqueza muy iluminadora. El reino de Dios, en su plena y total realización, es ciertamente futuro, "debe venir”; la oración del Padrenuestro enseña a pedir su venida: "Venga a nosotros tu reino”.

Pero al mismo tiempo, Jesús afirma que el reino de Dios "ya ha venido”, "está dentro de vosotros” mediante la predicación y las obras, de Jesús. Por otra parte, de todo el Nuevo Testamento se deduce que la Iglesia, fundada por Jesús, es el lugar donde la realeza de Dios se hace presente, en Cristo, como don de salvación en la fe, de vida nueva en el Espíritu, de comunión en la caridad.» (San Juan Pablo II, Audiencia, 18 de marzo de 1987).

Reflexión
Este evangelio nos presenta la realidad a la que algún día nos enfrentaremos, solo Dios sabe cuándo. Es por eso una nueva invitación para estar en vigilancia y oración. Cada momento en nuestra vida tenemos la oportunidad de elegir entre lo bueno y lo malo, entre el bien y el pecado. Cristo quiere que nos demos cuenta de esta realidad y que valoremos el gran premio para la eternidad. Ciertamente no es nada fácil mantenerse en vigilancia porque por todos lados estamos rodeados de tentaciones, pero nos preservaremos en la medida que esa fe en Jesús se haga realidad constantemente a través de un pensamiento, una jaculatoria, una renuncia por amor, una conquista ofrecida...

Como cristianos estamos llamados a ayudar a nuestros hermanos a llegar al cielo. El apóstol es una moneda de dos caras: por un lado está la oración y por otro el apostolado; no existen los santos egoístas. Vivo mi vocación en el trabajo, en la familia, con los amigos, ese es mi apostolado y también la manera de estar en vigilancia. Si quiero el cielo para mí, debo quererlo también para todos aquellos que me rodean.
Propósito 
Hoy leeré un capítulo del Evangelio, lo meditaré y comentaré con alguien.

Oración final 
Nuevamente te agradezco Jesús por este rato de diálogo contigo. Sé que la misión es ardua y por eso hoy te quiero ofrecer el esfuerzo que me pueda suponer el ayudar a los demás a conocerte. María en tus manos encomiendo mi apostolado de este día.


El cristianismo tiene mucho que ofrecer en el ámbito práctico y moral, pues el Evangelio nunca deja de inspirar a hombres y mujeres a ponerse al servicio de sus hermanos y hermanas. Pocos podrían negarlo. Sin embargo, quienes fijan la mirada en Jesús de Nazaret con ojos de fe saben que Dios ofrece una realidad más profunda y, sin embargo, inseparable de la "economía" de la caridad operante en este mundo: él ofrece la salvación. (Benedicto XVI, Discurso del 28 de septiembre del 2009)

miércoles, 29 de julio de 2015


Del santo Evangelio según san Juan 11, 19-27
En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas».
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta respondió: «Ya sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y crea en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?». Ella contestó: «Sí, Señor. Creo firmemente que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».

Oración introductoria
Señor Jesús, tu resurrección es la prueba más grande de que el amor puede triunfar en el mundo y en mi vida. Tú me enseñas que el amor es más fuerte y que contigo es siempre posible volver a empezar y trabajar por un mundo basado en la caridad. Ilumina mi oración para vivir este día, y toda mi vida, de cara a la eternidad.

Petición
Señor, ven a mi corazón para que nazca en mí la vida nueva que me has ganado por tu cruz y resurrección.

Meditación del Papa Francisco

Toda la revelación divina es fruto del diálogo entre Dios y su pueblo, y también la fe en la Resurrección está unida a este diálogo, que acompaña el camino del Pueblo de Dios en la historia. No hay que maravillarse de que un misterio tan grande, tan decisivo, tan sobrehumano como el de la Resurrección haya requerido todo el recorrido, todo el tiempo necesario hasta Jesucristo. Él puede decir: 'Yo soy la resurrección y la vida' porque en él ese misterio no sólo se revela plenamente, sino que se cumple, sucede, por primera y definitiva vez se convierte en realidad.

Estamos llamados a estar primero ante la cruz de Jesús, pero también a escuchar su último grito y su último suspiro, así como el silencio que se prolonga durante todo el Sábado Santo. Y después estamos llamados a ir a la tumba, para ver que la gran piedra se ha abierto, para escuchar el anuncio: 'Ha resucitado, no está aquí'. Allí está la respuesta. Allí está el fundamento, la roca. No en 'discursos persuasores de sabiduría, sino en la palabra viva de la cruz y la resurrección de Jesús. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de noviembre de 2014, en Santa Marta).

Reflexión
Decía santo Tomás de Aquino: "Tan sólo un necio trata de consolar a una madre ante su hijo muerto". Estas palabras surgen como fruto directo de la contemplación de este pasaje en el que Jesús, frente al sepulcro de su amigo Lázaro, derrama unas de las pocas lágrimas que aparecen expresamente en el evangelio.

Jesús es consciente del valor de la vida frente a la eternidad y la muerte. Sabe que el alma de Lázaro reposa esperando, como la del resto de los hombres, el momento sublime de la redención. Sin embargo, Jesús también es un hombre. Lo que en un primer momento no le cuesta aplazar cuatro días, más tarde se transformará en lágrimas y llanto: la contemplación del sepulcro de su amigo.

El regreso a la vida de Lázaro es un anticipo, una profecía, de lo que será en el futuro la resurrección de los muertos. Los amigos de Jesús, sus íntimos, sus más queridos, volverán a la vida ante el asombro de sus enemigos y las miradas mezquinas de los que en vida no acogieron a Jesús en su corazón.

Pidamos a Cristo en este día que guarde un puesto para nosotros en su corazón. Digámosle con todo nuestro ánimo que queremos ser sus amigos y sus íntimos.

Diálogo con Cristo
Jesús, Tú me amas tanto que, con tal de salvarme, venciste el miedo al sufrimiento y a la muerte. Yo también, Jesús, quiero vivir así, sin temer a la renuncia o el desprendimiento, con tal de vivir en tu gracia y así poder acercar a otros a tu amor, especialmente a aquellos miembros de mi familia que se encuentran alejados de tu amor.

Propósito
Visitar a esa persona enferma o solitaria que sé que nadie visita, para darle ánimo.

lunes, 27 de julio de 2015

La levadura no se ve, pero si no estuviera ahí, la pasta no subiría. Así también es la vida cristiana, la vida de la gracia: no se ve exteriormente, no hace ruido, pero... si uno deja que se introduzca en su corazón, la gracia divina va haciendo fructificar la semilla y convierte a las personas de pecadoras en santas.

viernes, 24 de julio de 2015


Evangelio de hoy 
Mateo 13, 18-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Escuchen ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.

Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.

Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas, la sofocan y queda sin fruto.

En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan fruto; unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta".

Reflexión 
Son muchos, miles tal vez, los que cada domingo -al menos- escuchan la Palabra de Dios durante la Misa dominical, son muchos los que reciben la semilla del Evangelio. Sin embargo, es triste constatar que en nuestro mundo, no se ven muchos frutos evangélicos. Para muchos de nuestros cristianos se aplica la primera parte de esta parábola, pues son muchos los que no ponen atención en la misa, que van a misa sólo "por cumplir", que no se toman la molestia de leer la hojita o el libro para reflexionar en la Palabra. 

Son muchos los que aun habiéndola escuchado, no les interesa vivirla; otros más, son los que quisieran vivirla, pero las invitaciones de los amigos, las tentaciones del confort, los puestos superiores y otras vanidades del mundo, impiden que den fruto. Son verdaderamente pocos a los que se aplica hoy en día el final de la parábola, son pocos los que abren totalmente su corazón al Evangelio y que buscan encontrar la manera de hacerlo vida, que buscan comprenderlo, más que con la cabeza, con el corazón. 

Dios nos ha llamado a dar fruto, la tierra de nuestro corazón es tierra buena, apartemos de nuestra vida todo aquello que pueda impedir que la semilla del Evangelio dé fruto. Esforcémonos por ser de los que llenan de fruto la vida, y más aún, de los que hacen que este fruto permanezca. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro 

jueves, 23 de julio de 2015

Evangelio de hoy 
Mateo 13, 10-17

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús sus discípulos y le preguntaron: "¿Por qué les hablas en parábolas?" Él les respondió: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos no. Al que tiene se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden.

En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice:Ustedes oirán una y otra vez y no entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos ni oír con los oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve

Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".

Reflexión 
Al leer este pasaje, las palabras de Jesús nos podrían hacer pensar: ¿Es que Dios hace diferencias? Es que, como decían algunas herejías, ¿Dios ha elegido a unos para el cielo y a otros para el infierno? La respuesta definitivamente es no. No es que Dios haya cerrado los ojos y los oídos sino, como el mismo Jesús lo dice: su corazón se ha hecho insensible, no tienen deseos de convertirse. 

La realidad que vivimos de comodidad y las exigencias que presenta el Evangelio pueden hacer que poco a poco nuestro corazón se vaya haciendo insensible a la palabra de Dios. Hoy en día vemos, como lo dice el Papa, que la realidad del pecado se ha diluido; el hombre se ha hecho insensible a la maldad. Ya no es extraño en nuestra vida oír sobre el divorcio, por lo que para muchos jóvenes, ya desde el inicio de su matrimonio, está en germen, al menos, la posibilidad de divorciarse y volver a comenzar. 

Es tanto lo que el mundo nos ha mentalizado que el matrimonio cristiano no se diferencía mucho más que el matrimonio civil; no deja de ser un contrato más. El corazón se hace insensible y deja de escuchar la palabra de Dios: "Lo que Dios unió que no lo separe el hombre". Por ello bienaventurados los ojos que ven y los oídos que no se cierran a la Palabra de Dios, pues en ello está la verdadera felicidad. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro 

miércoles, 22 de julio de 2015

cha a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto».

Estaba María junto al sepulcro, fuera, llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?». Ella les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto». Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice Jesús: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré». Jesús le dice: «María». Ella se vuelve y le dice en hebreo: «Rabbuní» —que quiere decir: “Maestro”—. Dícele Jesús: «No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios». Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.

Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

«Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor»

Hoy celebramos con gozo a santa María Magdalena. ¡Con gozo y provecho para nuestra fe!, porque su camino muy bien podría ser el nuestro. La Magdalena venía de lejos (cf. Lc 7,36-50) y llegó muy lejos… En efecto, en el amanecer de la Resurrección, María buscó a Jesús, encontró a Jesús resucitado y llegó al Padre de Jesús, el “Padre nuestro”. Aquella mañana, Jesucristo le descubrió lo más grande de nuestra fe: que ella también era hija de Dios. 

En el itinerario de María de Magdala descubrimos algunos aspectos importantes de la fe. En primer lugar, admiramos su valentía. La fe, aunque es un don de Dios, requiere coraje por parte del creyente. Lo natural en nosotros es tender a lo visible, a lo que se puede agarrar con la mano. Puesto que Dios es esencialmente invisible, la fe «siempre tiene algo de ruptura arriesgada y de salto, porque implica la osadía de ver lo auténticamente real en aquello que no se ve» (Benedicto XVI). María viendo a Cristo resucitado “ve” también al Padre, al Señor.

Por otro lado, al “salto de la fe” «se llega por lo que la Biblia llama conversión o arrepentimiento: sólo quien cambia la recibe» (Papa Benedicto). ¿No fue éste el primer paso de María? ¿No ha de ser éste también un paso reiterado en nuestras vidas?

En la conversión de la Magdalena hubo mucho amor: ella no ahorró en perfumes para su Amor. ¡El amor!: he aquí otro “vehículo” de la fe, porque ni escuchamos, ni vemos, ni creemos a quien no amamos. En el Evangelio de san Juan aparece claramente que «creer es escuchar y, al mismo tiempo, ver (…)». En aquel amanecer, María Magdalena arriesga por su Amor, oye a su Amor (le basta escuchar «María» para re-conocerle) y conoce al Padre. «En la mañana de la Pascua (…), a María Magdalena que ve a Jesús, se le pide que lo contemple en su camino hacia el Padre, hasta llegar a la plena confesión: ‘He visto al Señor’ (Jn 20,18)» (Papa Francisco).

martes, 21 de julio de 2015

Evangelio de hoy 
Mateo 12, 46-50

En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus parientes se acercaron y trataban de hablar con él. Alguien le dijo entonces a Jesús: "Oye, ahí fuera están tu madre y tus hermanos, y quieren hablar contigo".

Pero él respondió al que se lo decía: "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre".

Reflexión 
Este pasaje (y sus paralelos en Lucas y Marcos) es conocido como "la verdadera familia de Jesús". Algunas interpretaciones equivocadas buscan ver en este pasaje un rechazo de Jesús hacia María y hacia su familia. La verdad es que Jesús aprovecha la visita de su Madre y de sus parientes (en otra oportunidad hablaremos de la palabra hermanos en la Biblia) para instruir a sus discípulos: la verdadera familia de Jesús no es únicamente la que lo une por los lazos de sangre, pues éstos se rompen con la muerte e incluso puede haber algunos que, aún teniendo la misma sangre, decidan no seguir la voluntad del Padre. La verdadera familia es la que vive conforme al Evangelio, es la que ha sido adoptada por el Padre como hijos por medio del Espíritu Santo. 

Él, como Hijo del Padre, ve que sus hermanos deben de ser también hijos de Dios. Esto de ninguna manera es un desprecio ni para sus parientes y mucho menos para su madre, la cual, si por algo se distinguió en la vida, fue por hacer la voluntad de Dios. De acuerdo a esto, nuestro parentesco con Jesús se refuerza en la medida en que nos aplicamos en hacer la voluntad del Padre, que no es otra que, la de vivir conforme al Evangelio. Recordemos que en otro pasaje ya nos había dicho: "No todo el que me dice: Señor, Señor se salvará, sino el que hace la voluntad del Padre". Apliquemos, pues, hoy todo nuestro día en vivir de acuerdo al Evangelio. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro 

lunes, 20 de julio de 2015


Evangelio (Mt12,38-42): En aquel tiempo, le interpelaron algunos escribas y fariseos: «Maestro, queremos ver una señal hecha por ti». Mas Él les respondió: «¡Generación malvada y adúltera! Una señal pide, y no se le dará otra señal que la señal del profeta Jonás.
Porque de la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con esta generación y la condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón».

Comentario: + Rev. D. Lluís ROQUÉ i Roqué (Manresa, Barcelona, España)

«Maestro, queremos ver una señal hecha por ti»

Hoy contemplamos en el Evangelio a algunos maestros de la Ley y fariseos deseando que Jesús demuestre su procedencia divina con una señal prodigiosa (cf. Mt 12,38). Ya había realizado muchas, suficientes para mostrar no solamente que venía de Dios, sino que era Dios. Pero, aun con los muchos milagros realizados, no tenían bastante: por más que hubiera hecho, no habrían creído.

Jesús, con tono profético, tomando ocasión de una señal prodigiosa del Antiguo Testamento, anuncia su muerte, sepultura y resurrección: «De la misma manera que Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches» (Mt 12,40), saliendo de ahí lleno de vida.

Los de Nínive, por la conversión y la penitencia, recobraron la amistad con Dios. También nosotros, por la conversión, la penitencia y el bautismo, hemos sido sepultados con Cristo, y vivimos por Él y en Él, ahora y por siempre, habiendo dado un verdadero paso “pascual”: paso de muerte a vida, del pecado a la gracia. Liberados de la esclavitud del demonio, llegamos a ser hijos de Dios. Es “el gran prodigio”, que ilustra nuestra fe y la esperanza de vivir amando como Dios manda, para poseer a Dios Amor en plenitud.

Gran prodigio, tanto el de la Pascua de Jesús como el de la nuestra por el bautismo. Nadie los ha visto, ya que Jesús salió del sepulcro, lleno de vida, y nosotros del pecado, llenos de vida divina. Lo creemos y vivimos evitando caer en la incredulidad de quienes quieren ver para creer, o de los que quisieran a la Iglesia sin la opacidad de los humanos que la componemos. Que nos baste el hecho Pascual de Cristo, que tan hondamente repercute en todos los humanos y en toda la creación, y es causa de tantos “milagros de la gracia”.

La Virgen María se fió de la Palabra de Dios, y no tuvo que correr al sepulcro para embalsamar el cuerpo de su Hijo y para comprobar el sepulcro vacío: simplemente creyó y “vio”.

viernes, 17 de julio de 2015

Evangelio de hoy 
Mateo 12, 1-8

Un sábado, atravesaba Jesús por los sembrados. Los discípulos, que iban con él, tenían hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cuando los fariseos los vieron, le dijeron a Jesús: "Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado".

Él les contestó: "¿No han leído ustedes lo que hizo David una vez que sintieron hambre él y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?

¿Tampoco han leído en la ley que los sacerdotes violan el sábado porque ofician en el templo y no por eso cometen pecado? Pues yo digo que aquí hay alguien más grande que el templo.

Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa. Por lo demás, el Hijo del hombre también es dueño del sábado".

Reflexión 
Jesús nos advierte con este pasaje, del peligro de convertir la ley en la única norma de la vida, olvidándonos de los demás valores. No es que la ley sea mala, lo cual ya nos lo ha dicho san Pablo, sino que puede convertirse en una verdadera cadena que no nos deja vivir. 

De aquí la importancia de la vida en el Espíritu, ya que Éste hace que la ley se convierta en amor. Son muchas nuestras obligaciones diarias, las cuales pueden ser vividas bajo la ley o bajo el Espíritu. Yo puedo ir todos los días a trabajar, y hacerlo por amor y con gusto, o como una verdadera carga; puedo cumplir con mis obligaciones religiosas (como asistir a misa) de una manera rutinaria y sólo por cumplir la ley, o puedo hacerlo por amor y con gusto. 

El Señor lo que quiere es que cumplamos la ley, pero sin olvidar que, sobre la ley, siempre estará la caridad. Nuestra oración diaria hace de la ley una experiencia de amor. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro 

martes, 14 de julio de 2015

De nuevo Jesús insiste, ahora desde otro ángulo, en la resistencia a la conversión. Seguramente, si somos honestos, nos daremos cuenta que han sido diversas ocasiones, a lo largo de nuestra vida o en la de algunos hermanos, en las cuales hemos sido conscientes del paso de Dios por ella. 

lunes, 13 de julio de 2015

Evangelio de hoy 
Mateo 10, 34-11, 1

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.

Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa".

Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar y predicar en otras ciudades.

Reflexión 
En este pasaje, Jesús afirma la superioridad del Reino sobre cualquier otro valor en el mundo, incluyendo los más valiosos, como puede ser la misma familia. Debemos notar que el término que utiliza Jesús es un término de relatividad, es decir: "más que". Por ello, cuando cualquier valor se opone al Reino, aquél debe ser tenido por menos. 

Y es que la realidad y los valores del mundo, como lo ha hecho ver Jesús, muchas veces son diversos e incluso contrarios, a los del Reino, lo que crea un antagonismo de parte del mundo contra el cristiano. La misma familia no está exenta de esta realidad. Es la invitación clara de Jesús de llevar nuestra vida cristiana hasta las últimas consecuencias. 

Esto no es fácil, por ello dice: "el que no toma su cruz y me sigue" pues, si es difícil ser rechazado por el mundo, lo es mucho más serlo por la propia familia. No se trata de rechazar ni al mundo ni a la familia ni a los amigos, se trata de amar, por sobre todas las cosas, a Jesús y la vida evangélica, y de hacer una opción radical que nos lleve a transparentar a Jesús. Es una opción de fidelidad TOTAL. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro 

viernes, 10 de julio de 2015

Jesús nos advierte de las persecuciones. No temas lo que vas a decir.


Día litúrgico: Viernes XIV del tiempo ordinario

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Texto del Evangelio (Mt10,16-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. 

Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; se levantarán hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará. Cuando os persigan en una ciudad huid a otra, y si también en ésta os persiguen, marchaos a otra. Yo os aseguro: no acabaréis de recorrer las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre».

Comentario: P. Josep LAPLANA OSB Monje de Montserrat (Montserrat, Barcelona, España)

«Seréis odiados de todos por causa de mi nombre»

Hoy, el Evangelio remarca las dificultades y las contradicciones que el cristiano habrá de sufrir por causa de Cristo y de su Evangelio, y como deberá resistir y perseverar hasta el final. Jesús nos prometió: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20); pero no ha prometido a los suyos un camino fácil, todo lo contrario, les dijo: «Seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Mt 10,22).

La Iglesia y el mundo son dos realidades de “difícil” convivencia. El mundo, que la Iglesia ha de convertir a Jesucristo, no es una realidad neutra, como si fuera cera virgen que sólo espera el sello que le dé forma. Esto habría sido así solamente si no hubiese habido una historia de pecado entre la creación del hombre y su redención. El mundo, como estructura apartada de Dios, obedece a otro señor, que el Evangelio de san Juan denomina como “el señor de este mundo”, el enemigo del alma, al cual el cristiano ha hecho juramento —en el día de su bautismo— de desobediencia, de plantarle cara, para pertenecer sólo al Señor y a la Madre Iglesia que le ha engendrado en Jesucristo.

Pero el bautizado continúa viviendo en este mundo y no en otro, no renuncia a la ciudadanía de este mundo ni le niega su honesta aportación para sostenerlo y para mejorarlo; los deberes de ciudadanía cívica son también deberes cristianos; pagar los impuestos es un deber de justicia para el cristiano. Jesús dijo que sus seguidores estamos en el mundo, pero no somos del mundo (cf. Jn 17,14-15). No pertenecemos al mundo incondicionalmente, sólo pertenecemos del todo a Jesucristo y a la Iglesia, verdadera patria espiritual, que está aquí en la tierra y que traspasa la barrera del espacio y del tiempo para desembarcarnos en la patria definitiva del cielo.

Esta doble ciudadanía choca indefectiblemente con las fuerzas del pecado y del dominio que mueven los mecanismos mundanos. Repasando la historia de la Iglesia, Newman decía que «la persecución es la marca de la Iglesia y quizá la más duradera de todas».

jueves, 9 de julio de 2015

El Evangelio de hoy 
Mateo 10, 7-15

En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones: "Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente.

No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de cobre. No lleven morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bordón, porque el trabajador tiene derecho a su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien respetable y hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así: "Que haya paz en esta casa". Y si aquella casa es digna, la paz de ustedes reinará en ella; si no es digna, el saludo de paz de ustedes no les aprovechará. Y si no los reciben o no escuchan sus palabras, al salir de aquella casa o de aquella ciudad, sacudan el polvo de los pies. Yo les aseguro que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad".

Reflexión 
De nuevo Jesús, ahora en otro contexto, advierte del peligro de rechazar el anuncio del Reino. Éste es, quizás, uno de los grandes problemas por los que atraviesa nuestra sociedad: el rechazo del anuncio evangélico. 

Ciertamente este rechazo no es expreso, sin embargo, esta pereza de ir a misa, de asistir a retiros, de no involucrarse en la parroquia, de no estar abierto a la instrucción de la Iglesia (obispos, sacerdotes, del mismo Papa), expresa con bastante claridad el rechazo que el mundo, y nuestra sociedad, hacen del anuncio del Reino. Por otro lado, si bien es cierto que no hay una negativa concreta de hospedar a un ministro de la palabra, (sea sacerdote o laico), en muchos de los cristianos se nota una falta de interés por cooperar abiertamente en la proclamación del Evangelio. 

Debemos estar atentos, pues la advertencia de Jesús es clara: "Yo les aseguro que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad". Busquemos siempre la manera de aceptar la invitación de Jesús a una conversión más profunda y de cooperar para que toda nuestra comunidad, pueda conocer y vivir al mensaje del Reino. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro 

miércoles, 8 de julio de 2015

El Reino de Dios es donde Dios reina y ya comienza hoy, para ti y para mi si aceptamos a Cristo como Señor y Salvador.


Mateo 10, 1-7

En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.

Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Juda s Iscariote, que fue el traidor.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: "No vayan a tierra de paganos, ni entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos".

Reflexión 
Generalmente, se tiene la idea de que el Reino de los cielos es el cielo en sí mismo, y que, por lo tanto, se vivirá sólo después de la muerte. La realidad es que el Reino de los cielos, es el cielo vivido aquí en la tierra; es vivir ya una realidad que llegará a la plenitud en la eternidad. 

Esta realidad se identifica, sobre todo, con un estado interior del hombre que lo lleva a experimentar continuamente la paz, la alegría y a superar cualquier clase de dificultad. Es la vida que el hombre experimenta por estar habitado del Espíritu Santo. Con esta condición interior, el hombre es capaz de construir una sociedad diferente, pues percibe a los demás como sus hermanos. 

Por ello, san Pablo dice que el Reino de los cielos es: "justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo". Jesús les decía a sus discípulos que anunciaran que "el Reino estaba cerca". Pues ahora, después de la muerte y resurrección de Cristo, y con el envío del Espíritu Santo, el Reino es una realidad para todos los bautizados. Hagámonos conscientes de esta realidad y unámonos a los apóstoles para hacer del conocimiento de los demás que el Reino de los cielos puede ser ya una realidad para todos. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro 

lunes, 6 de julio de 2015

e Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento. 

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

«Tu fe te ha salvado»

Hoy, la liturgia de la Palabra nos invita a admirar dos magníficas manifestaciones de fe. Tan magníficas que merecieron conmover el corazón de Jesucristo y provocar —inmediatamente— su respuesta. ¡El Señor no se deja ganar en generosidad!

«Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá» (Mt 9,18). Casi podríamos decir que con fe firme “obligamos” a Dios. A Él le gusta esta especie de obligación. El otro testimonio de fe del Evangelio de hoy también es impresionante: «Con sólo tocar su manto, me salvaré» (Mt 9,22).

Se podría afirmar que Dios, incluso, se deja “manipular” de buen grado por nuestra buena fe. Lo que no admite es que le tentemos por desconfianza. Éste fue el caso de Zacarías, quien pidió una prueba al arcángel Gabriel: «Zacarías dijo al ángel: ‘¿En qué lo conoceré?’» (Lc 1,18). El Arcángel no se arredró ni un pelo: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios (...). Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo» (Lc 1,19-20). Y así fue.

Es Él mismo quien quiere “obligarse” y “atarse” con nuestra fe: «Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9). Él es nuestro Padre y no quiere negar nada de lo que conviene a sus hijos.

Pero es necesario manifestarle confiadamente nuestras peticiones; la confianza y connaturalizar con Dios requieren trato: para confiar en alguien le hemos de conocer; y para conocerle hay que tratarle. Así, «la fe hace brotar la oración, y la oración —en cuanto brota— alcanza la firmeza de la fe» (San Agustín). No olvidemos la alabanza que mereció Santa María: «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45).


viernes, 3 de julio de 2015

La bienaventuranza que hoy hemos leído en este pasaje del evangelio está dirigida a nosotros: a los que sin ver hemos creído. A los que sin ver a Jesús resucitado creemos que él está vivo, que es Dios, que camina con nosotros hasta la consumación de los siglos. 

jueves, 2 de julio de 2015

Evangelio según San Mateo 9,1-8.

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. 
Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados". 
Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema". 
Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal? 
¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'? 
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". 
El se levantó y se fue a su casa. 
Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres. 



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. 



Leer el comentario del Evangelio por : 

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia 
Homilía sobre el evangelio de Mateo, n° 29, 1 

¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios? (Mc 2,7)

Y he aquí, que le presentaron un paralítico...Por lo demás, Mateo cuenta simplemente que le llevaron al Señor el paralítico; los otros evangelistas añaden que abrieron un boquete por el techo y por él lo bajaron y lo pusieron delante de Cristo, sin decir palabra, pues todo lo dejaban en manos del Señor. 

Porque, viendo la fe de ellos —dice el evangelista—, es decir, la fe de los que lo descolgaron por el tejado. No siempre, en efecto, pedía fe exclusivamente a los enfermos, por ejemplo, si estaban locos o de otra manera imposibilitados por la enfermedad. 
Más, a decir verdad, también aquí hubo fe por parte del enfermo; pues, de no haber creído, no se hubiera dejado bajar por el boquete del techo. Como todos, pues, daban tan grandes pruebas de fe, el Señor la dio de su poder perdonando con absoluta autoridad los pecados y demostrando una vez más su igualdad con el Padre. 

Pero notadlo bien: antes la había demostrado por el modo como enseñaba, pues lo hacía como quien tiene autoridad; en el caso del leproso, diciendo: Quiero, queda limpio (Mt 8,3)... En el mar, porque lo frenó con una sola palabra; con los demonios, porque éstos le confesaron por su juez y Él los expulsó con autoridad. Aquí, sin embargo, por modo más eminente, obliga a sus propios enemigos a que confiesen su igualdad con el Padre. 

Por lo que a Él le tocaba, bien claro mostraba lo poco que le importaba el honor de los hombres—y era así que le rodeaba tan enorme muchedumbre que amurallaban toda entrada y acceso a Él, y ello obligó a bajar al enfermo por el tejado, y, sin embargo, cuando lo tuvo ya delante, no se apresuró a curar su cuerpo. A la curación de éste fueron más bien sus enemigos los que le dieron ocasión. Él, ante todo, curó lo que no se ve, es decir, el alma, perdonándole los pecados. 

Lo cual, al enfermo le dio la salvación; pero a Él no le procuró muy grande gloria. Fueron, digo, sus enemigos quienes, molestándole llevados de su envidia y tratando de atacarle, lograron, aun contra su voluntad, que brillara más la gloria del milagro. Y es que, como el Señor era hábil, se valió de la envidia misma de sus émulos para manifestación del milagro.

miércoles, 1 de julio de 2015

El Evangelio de hoy 
Mateo 8, 28-34

En aquel tiempo, cuando Jesús desembarcó en la otra orilla del lago, en tierra de los gadarenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y fueron a su encuentro. Eran tan feroces, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Los endemoniados le gritaron a Jesús: "¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?"

No lejos de ahí había una numerosa piara de cerdos que estaban comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús: "Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos". Él les respondió: "¡Está bien!"

Entonces los demonios salieron de los hombres, se metieron en los cerdos, y toda la piara se precipitó en el lago por un despeñadero y los cerdos se ahogaron. 

Los que cuidaban los cerdos huyeron hacia la ciudad a dar parte de todos aquellos acontecimientos y de lo sucedido a los endemoniados. Entonces salió toda la gente de la ciudad al encuentro de Jesús, y al verlo, le suplicaron que se fuera de su territorio.

Reflexión 
Esta historia del Evangelio parecería estar lejana a nuestra realidad actual, sin embargo, la verdad es que se repite frecuentemente hoy en nuestra sociedad dominada por el materialismo. Jesús sana y libera a dos hombres, dos seres humanos que sufrían a causa de unos demonios. Al hacerlo, los demonios destruyen toda una piara de cerdos. Los habitantes, en lugar de agradecer el haber liberado y sanado a dos hermanos, a dos seres humanos que sufrían, se preocupan más por la pérdida material de una piara de cerdos. 

Vale más la piara de cerdos que la salud y bienestar de dos seres humanos. Como consecuencia, la comunidad rechaza a Jesús. Como vemos, la historia se repite una y otra vez. Hoy es más importante la cantidad de producción y la eficiencia que la vida familiar, social y económica de los trabajadores; son más importantes nuestras pertenencias, que el bien social de la comunidad; es más importante el trabajo y el bienestar económico, que la vida familiar y la atención a los hijos. Preferimos lo material a lo espiritual. Y cuando Jesús, a través de la Escritura o de la Iglesia nos advierte de esto o busca ayudarnos a liberarnos de estas esclavitudes, la respuesta es: ¿Qué tiene la Iglesia (o el mismo Jesús) qué decirme sobre qué es más importante?, ¿qué tiene que hacer en mis negocios, en mi medio social, en mi vida? 

No dejemos que nos domine lo material. Dios nos ha regalado todas las cosas materiales, las cuales son buenas y son para nuestro bienestar, pero jamás deberán estar por encima de los valores como son: la vida humana, la vida familiar, y la protección del medio ambiente. Nada vale una piara de cerdos comparada con la alegría que produce el ver a un hermano sano y feliz. 

Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro