«Señor, danos siempre de este pan» (Jn 6,34): que estas palabras,
pronunciadas por los judíos desde su modo materialista de ver la
realidad, sean dichas por mí con la sinceridad que me proporciona la fe;
que expresen de verdad un deseo de alimentarme con Jesucristo y de
vivir unido a Él para siempre.
Día litúrgico: Martes III de Pascua
«¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas?» (Jn 6,30), exigen incrédulos e impertinentes los judíos. ¿Les ha parecido poco el signo de la multiplicación de los panes y los peces obrada por Jesús el día anterior? ¿Por qué ayer querían proclamar rey a Jesús y hoy ya no le creen? ¡Qué inconstante es a menudo el corazón humano! Dice san Bernardo de Claraval: «Los impíos andan alrededor, porque naturalmente, quieren dar satisfacción al apetito, y neciamente despreciar el modo de conseguir el fin». Así sucedía con los judíos: sumergidos en una visión materialista, pretendían que alguien les alimentara y solucionara sus problemas, pero no querían creer; eso era todo lo que les interesaba de Jesús. ¿No es ésta la perspectiva de quien desea una religión cómoda, hecha a medida y sin compromiso?
«Señor, danos siempre de este pan» (Jn 6,34): que estas palabras, pronunciadas por los judíos desde su modo materialista de ver la realidad, sean dichas por mí con la sinceridad que me proporciona la fe; que expresen de verdad un deseo de alimentarme con Jesucristo y de vivir unido a Él para siempre.
Día litúrgico: Martes III de Pascua
Texto del Evangelio (Jn 6,30-35):
En aquel tiempo, la gente dijo a Jesús: «¿Qué señal haces para que
viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el
maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer».
Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien
os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del
cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al
mundo». Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan». Les dijo
Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y
el que crea en mí, no tendrá nunca sed».
Comentario:
Rev. D.
Joaquim
MESEGUER García
(Sant Quirze del Vallès, Barcelona, España)
Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo
Hoy,
en las palabras de Jesús podemos constatar la contraposición y la
complementariedad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento: el Antiguo es
figura del Nuevo y en el Nuevo las promesas hechas por Dios a los padres
en el Antiguo llegan a su plenitud. Así, el maná que comieron los
israelitas en el desierto no era el auténtico pan del cielo, sino la
figura del verdadero pan que Dios, nuestro Padre, nos ha dado en la
persona de Jesucristo, a quien ha enviado como Salvador del mundo.
Moisés solicitó a Dios, a favor de los israelitas, un alimento material;
Jesucristo, en cambio, se da a sí mismo como alimento divino que otorga
la vida.«¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas?» (Jn 6,30), exigen incrédulos e impertinentes los judíos. ¿Les ha parecido poco el signo de la multiplicación de los panes y los peces obrada por Jesús el día anterior? ¿Por qué ayer querían proclamar rey a Jesús y hoy ya no le creen? ¡Qué inconstante es a menudo el corazón humano! Dice san Bernardo de Claraval: «Los impíos andan alrededor, porque naturalmente, quieren dar satisfacción al apetito, y neciamente despreciar el modo de conseguir el fin». Así sucedía con los judíos: sumergidos en una visión materialista, pretendían que alguien les alimentara y solucionara sus problemas, pero no querían creer; eso era todo lo que les interesaba de Jesús. ¿No es ésta la perspectiva de quien desea una religión cómoda, hecha a medida y sin compromiso?
«Señor, danos siempre de este pan» (Jn 6,34): que estas palabras, pronunciadas por los judíos desde su modo materialista de ver la realidad, sean dichas por mí con la sinceridad que me proporciona la fe; que expresen de verdad un deseo de alimentarme con Jesucristo y de vivir unido a Él para siempre.
0 comentarios :
Publicar un comentario