Jesús, es verdad que el camino de santidad es un camino de lucha, que la puerta es estrecha y el camino a veces se hace cuesta arriba. Pero cuando me tomo en serio mi vida cristiana, compruebo una vez más que «lucha es sinónimo de Amor»
Mateo 7, 6, 12-14
«No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y revolviéndose os despedacen.
Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: Esta es la Ley y los Profetas.
Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!» (Mateo 7, 6, 12-14)
Mateo 7, 6, 12-14
«No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y revolviéndose os despedacen.
Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: Esta es la Ley y los Profetas.
Entrad por la puerta angosta, porque amplia es la puerta y ancho el camino que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!» (Mateo 7, 6, 12-14)
Reflexión. Autor: Pablo Cardona. Fuente: almudi.org (con permiso)
1º. +La primera advertencia que me haces hoy, Jesús, es que dé a «las cosas santas» la importancia que tienen: en concreto, los sacramentos, y -entre éstos- especialmente la Eucaristía.
Que la trate con veneración, pues es tu Cuerpo mismo.
Que no me acostumbre a lo que es santo, y que trate con especial respeto todo lo sagrado: los vasos sagrados, los vestidos sagrados -los ornamentos-, y los lugares sagrados.
Más aún he de tratar con especial respeto a las personas consagradas a Ti: los sacerdotes y religiosos.
+El segundo consejo es conocido como «la regla de oro»: «Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos».
Es un consejo práctico que procede del mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo.
Sin embargo, no es sencillo de cumplir.
¿Cómo trato de ponerlo por obra con los que están a mi lado?
¿Busco siempre el modo de servir a los demás en pequeños detalles, como me gustaría que hiciesen conmigo?
+El tercer consejo es que para entrar por la puerta y recorrer «el camino que conduce a la Vida», he de luchar.
La santidad requiere esfuerzo, porque la puerta es «angosta y el camino estrecho», y es fácil desviarse.
Por eso, hoy me puedo preguntar: ¿estoy luchando, de verdad, por ser santo?; ¿me propongo metas de mejora e intento seriamente cumplirlas?; ¿acudo con puntualidad a la dirección espiritual? para concretar los puntos en los que puedo y debo mejorar?
Si no noto la exigencia de la lucha por ser santo, muy posiblemente lo que ocurre es que estoy yendo por la senda ancha que tantos y tantas eligen, pero «que conduce a la perdición».
2º. «Has notado con más fuerza la urgencia, la «idea fija» de ser santo; y has acudido a la lucha cotidiana sin vacilaciones, persuadido de que has de cortar valientemente cualquier síntoma de aburguesamiento.
Luego, mientras hablabas con el Señor en tu oración, has comprendido con mayor claridad que lucha es sinónimo de Amor; y le has pedido un Amor más grande, sin miedo al combate que te espera, porque pelearás por Él, con Él y en Él» (Surco 158).
Jesús, es verdad que el camino de santidad es un camino de lucha, que la puerta es estrecha y el camino a veces se hace cuesta arriba.
Pero cuando me tomo en serio mi vida cristiana, compruebo una vez más que «lucha es sinónimo de Amor»: porque me esfuerzo no por un deseo personal de perfeccionismo o por destacar, sino para cumplir tu voluntad, para encontrarte en las más variadas actividades del día, para ser luz que ilumine a mi alrededor.
Jesús, Tú has muerto en la Cruz para que yo pueda ser hijo de Dios, para darme la gracia.
Esa gracia que me hace hijo de Dios, te ha costado mucho: es la perla más valiosa que tengo.
El pecado es echar esa perla a los cerdos, es tirar una cosa santa a los perros.
Ayúdame a no cometer pecados, ni siquiera pequeñas faltas, cortando «valientemente cualquier síntoma de aburguesamiento.»
Jesús, quiero ser santo: amarte sobre todas las cosas y amar a los demás como Tú los amas.
Dame «un Amor más grande», para poder pelear cada día por Ti y en Ti.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona
1º. +La primera advertencia que me haces hoy, Jesús, es que dé a «las cosas santas» la importancia que tienen: en concreto, los sacramentos, y -entre éstos- especialmente la Eucaristía.
Que la trate con veneración, pues es tu Cuerpo mismo.
Que no me acostumbre a lo que es santo, y que trate con especial respeto todo lo sagrado: los vasos sagrados, los vestidos sagrados -los ornamentos-, y los lugares sagrados.
Más aún he de tratar con especial respeto a las personas consagradas a Ti: los sacerdotes y religiosos.
+El segundo consejo es conocido como «la regla de oro»: «Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos».
Es un consejo práctico que procede del mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo.
Sin embargo, no es sencillo de cumplir.
¿Cómo trato de ponerlo por obra con los que están a mi lado?
¿Busco siempre el modo de servir a los demás en pequeños detalles, como me gustaría que hiciesen conmigo?
+El tercer consejo es que para entrar por la puerta y recorrer «el camino que conduce a la Vida», he de luchar.
La santidad requiere esfuerzo, porque la puerta es «angosta y el camino estrecho», y es fácil desviarse.
Por eso, hoy me puedo preguntar: ¿estoy luchando, de verdad, por ser santo?; ¿me propongo metas de mejora e intento seriamente cumplirlas?; ¿acudo con puntualidad a la dirección espiritual? para concretar los puntos en los que puedo y debo mejorar?
Si no noto la exigencia de la lucha por ser santo, muy posiblemente lo que ocurre es que estoy yendo por la senda ancha que tantos y tantas eligen, pero «que conduce a la perdición».
2º. «Has notado con más fuerza la urgencia, la «idea fija» de ser santo; y has acudido a la lucha cotidiana sin vacilaciones, persuadido de que has de cortar valientemente cualquier síntoma de aburguesamiento.
Luego, mientras hablabas con el Señor en tu oración, has comprendido con mayor claridad que lucha es sinónimo de Amor; y le has pedido un Amor más grande, sin miedo al combate que te espera, porque pelearás por Él, con Él y en Él» (Surco 158).
Jesús, es verdad que el camino de santidad es un camino de lucha, que la puerta es estrecha y el camino a veces se hace cuesta arriba.
Pero cuando me tomo en serio mi vida cristiana, compruebo una vez más que «lucha es sinónimo de Amor»: porque me esfuerzo no por un deseo personal de perfeccionismo o por destacar, sino para cumplir tu voluntad, para encontrarte en las más variadas actividades del día, para ser luz que ilumine a mi alrededor.
Jesús, Tú has muerto en la Cruz para que yo pueda ser hijo de Dios, para darme la gracia.
Esa gracia que me hace hijo de Dios, te ha costado mucho: es la perla más valiosa que tengo.
El pecado es echar esa perla a los cerdos, es tirar una cosa santa a los perros.
Ayúdame a no cometer pecados, ni siquiera pequeñas faltas, cortando «valientemente cualquier síntoma de aburguesamiento.»
Jesús, quiero ser santo: amarte sobre todas las cosas y amar a los demás como Tú los amas.
Dame «un Amor más grande», para poder pelear cada día por Ti y en Ti.
Esta meditación está tomada de: “Una cita con Dios” de Pablo Cardona. Ediciones Universidad de Navarra. S. A. Pamplona
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