lunes, 1 de agosto de 2016

Jesús se encuentra con una gran muchedumbre que ha venido a su encuentro, y se compadece de ella. Primero cura a los enfermos que están entre ellos, y luego les da de comer. Es la prefiguración del banquete mesiánico de la fraternidad humana en el Reino de Dios en la consumación de los tiempos; y es un signo de la «comida espiritual» que Jesús nos deja con su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía de la última Cena. Y esta prefiguración es profundamente humana.



Lectura del santo evangelio según san Mateo (14,13-21):

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos.
Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: «Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.»
Jesús les replicó: «No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.»
Ellos le replicaron: «Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.»
Les dijo: «Traédmelos.»
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.


«Dadles vosotros de comer»

Si al pueblo de Judá de la primera lectura se le plantea una realidad difícil, la de vivir por más años sometidos, a los discípulos este mandato de Jesús les deja estupefactos. ¿Cómo vamos a dar de comer a este gentío con sólo cinco panes y dos peces? Y Jesús, toma esos alimentos, los bendice, los parte y sirven para saciar el hambre de todos los presentes… y hasta se recogieron los fragmentos sobrantes.

Esta lectura de Mateo, recogida también en el resto de evangelios, nos cuenta un hecho concreto que impactó a los apóstoles en su recorrido con Jesús, y llegó a las comunidades primitivas con gran trascendencia. Jesús se presenta como Mesías verdadero. Un enviado que cumple todas las expectativas del pueblo de Israel: traerá el bienestar, la prosperidad y la abundancia a su pueblo.

Jesús aquí es presentado como superior a Moisés, que les dio el maná en el desierto, y a los Profetas, porque es el verdadero enviado de Dios. Pero sobre todo, por encima del milagro y el asombro de los discípulos, trasciende el modelo de mesianismo que Jesús les presenta. Jesús se encuentra con una gran muchedumbre que ha venido a su encuentro, y se compadece de ella. Primero cura a los enfermos que están entre ellos, y luego les da de comer. Es la prefiguración del banquete mesiánico de la fraternidad humana en el Reino de Dios en la consumación de los tiempos; y es un signo de la «comida espiritual» que Jesús nos deja con su Cuerpo y Sangre en la Eucaristía de la última Cena. Y esta prefiguración es profundamente humana. A Jesús le preocupa la salud y el «hambre» de los presentes. También le preocupan las necesidades de los hombres: «Danos el pan nuestro de cada día». Compadecerse por las necesidades materiales de nuestros hermanos es una urgencia que Jesús pretende que atendamos como fieles creyentes suyos. Los informes de la pobreza que Cáritas nos presenta no pueden dejarnos indiferentes, ni los problemas de los refugiados, ni la desigualdad del reparto de la riqueza, ni las carencias de nuestros indigentes…. El Reino de Dios se cumple intentando «darles vosotros de comer» porque la bendición de Jesús logrará hacer el milagro.

¿Es nuestra comunión eucarística una comunión en la fraternidad que nos implica con nuestros hermanos más allá de nosotros mismos?


D. Oscar Salazar, O.P.


Fraternidad San Martín de Porres (Madrid)

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