Viendo la vida del Bautista nos sentimos fuertemente interpelados y descubrimos que debemos imitarle para ser verdaderos y auténticos cristianos.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 17-29
El ejemplo de Juan el Bautista
Viendo la vida del Bautista nos sentimos fuertemente interpelados y descubrimos que debemos imitarle para ser verdaderos y auténticos cristianos. San Juan nos invita a hacer una opción radical por Cristo aceptando la cruz. La cruz es como un termómetro fiel que mide nuestro amor a Cristo y nos indica la sinceridad de nuestra opción por Él.
Sin duda, se nos presenta la tentación de seguir a Cristo sin renunciar a nuestro egoísmo, o al menos, a veces intentamos llevar la cruz de modo que no nos duela tanto o se acomode a nuestros gustos y planes personales. Sin embargo, esto no es posible: o nos decidimos a seguir a Cristo, aceptando todas sus implicaciones, como lo hizo San Juan, o nos quedamos sin Cristo.
Esta es la única opción del cristiano: optar por Cristo radicalmente. Sí, es posible cargar la cruz de cada día y seguirlo con alegría, porque Él va con nosotros dándonos la fuerza que necesitamos. Es posible amar en el sufrimiento, porque Cristo nos amó primero. Es posible optar por Él con radicalidad, porque Él antes optó por salvarnos por medio de su Pasión y muerte. Su Cruz pues, hace llevadera nuestra pequeña cruz. San Juan el Bautista, un seguidor fiel de Cristo, nos dice con su ejemplo: “Carga con tu cruz, niégate a ti mismo, realízate en la donación de ti mismo por amor”.
Sólo quien ama a Cristo y se entrega, experimenta esta paradoja del morir para tener vida, y es capaz de llevar la cruz como camino de salvación y de verdadera felicidad.
Antes de concluir nuestra oración, delante de una imagen de Cristo crucificado, renovemos nuestra opción radical de seguirlo, cueste lo que cueste, de tomar en serio sus palabras, de ser cristianos que acepten su cruz.
Reflexión apostólica
Llevar la cruz de Cristo debe expresarse a través de la renuncia en las pequeñas cosas, no por un afán masoquista, sino como expresión de nuestro amor a Cristo y medio de identificación con Él. Cuántas veces podemos hacer un pequeño sacrificio absteniéndonos de unos ratos de televisión o de internet para dedicarlo a la convivencia familiar, al apostolado o a otras ocupaciones útiles; cuántas oportunidades para abstenernos de los pequeños gustos, para no quejarse ante todo lo que desagrada, para aprovechar bien el tiempo, etc.
La vida de todos los días nos da mil oportunidades para optar por Cristo y seguirlo cargando esa cruz hecha de pequeños detalles. Señor ¡no permitas que viva ni un día sin tu cruz!
Propósito
Cargaré con mi cruz abnegándome en lo pequeño..
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo habla metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se habla casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecia a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
-«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró:
-«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
Ella salió a preguntarle a su madre:
-«¿Qué le pido?»
La madre le contestó:
-«La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
-«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
El motivo era que Herodes se habla casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecia a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
-«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró:
-«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
Ella salió a preguntarle a su madre:
-«¿Qué le pido?»
La madre le contestó:
-«La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
-«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Meditación
El ejemplo de Juan el Bautista
Viendo la vida del Bautista nos sentimos fuertemente interpelados y descubrimos que debemos imitarle para ser verdaderos y auténticos cristianos. San Juan nos invita a hacer una opción radical por Cristo aceptando la cruz. La cruz es como un termómetro fiel que mide nuestro amor a Cristo y nos indica la sinceridad de nuestra opción por Él.
Sin duda, se nos presenta la tentación de seguir a Cristo sin renunciar a nuestro egoísmo, o al menos, a veces intentamos llevar la cruz de modo que no nos duela tanto o se acomode a nuestros gustos y planes personales. Sin embargo, esto no es posible: o nos decidimos a seguir a Cristo, aceptando todas sus implicaciones, como lo hizo San Juan, o nos quedamos sin Cristo.
Esta es la única opción del cristiano: optar por Cristo radicalmente. Sí, es posible cargar la cruz de cada día y seguirlo con alegría, porque Él va con nosotros dándonos la fuerza que necesitamos. Es posible amar en el sufrimiento, porque Cristo nos amó primero. Es posible optar por Él con radicalidad, porque Él antes optó por salvarnos por medio de su Pasión y muerte. Su Cruz pues, hace llevadera nuestra pequeña cruz. San Juan el Bautista, un seguidor fiel de Cristo, nos dice con su ejemplo: “Carga con tu cruz, niégate a ti mismo, realízate en la donación de ti mismo por amor”.
Sólo quien ama a Cristo y se entrega, experimenta esta paradoja del morir para tener vida, y es capaz de llevar la cruz como camino de salvación y de verdadera felicidad.
Antes de concluir nuestra oración, delante de una imagen de Cristo crucificado, renovemos nuestra opción radical de seguirlo, cueste lo que cueste, de tomar en serio sus palabras, de ser cristianos que acepten su cruz.
Reflexión apostólica
Llevar la cruz de Cristo debe expresarse a través de la renuncia en las pequeñas cosas, no por un afán masoquista, sino como expresión de nuestro amor a Cristo y medio de identificación con Él. Cuántas veces podemos hacer un pequeño sacrificio absteniéndonos de unos ratos de televisión o de internet para dedicarlo a la convivencia familiar, al apostolado o a otras ocupaciones útiles; cuántas oportunidades para abstenernos de los pequeños gustos, para no quejarse ante todo lo que desagrada, para aprovechar bien el tiempo, etc.
La vida de todos los días nos da mil oportunidades para optar por Cristo y seguirlo cargando esa cruz hecha de pequeños detalles. Señor ¡no permitas que viva ni un día sin tu cruz!
Propósito
Cargaré con mi cruz abnegándome en lo pequeño..
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