miércoles, 31 de agosto de 2016


¡Qué grande es el Corazón de Cristo! Qué paciente, las veinticuatro horas del día, sin pedir nada a cambio. La Palabra ablanda cualquier corazón, aunque sea más duro que las piedras.. Le apasionaba su misión.

Curación de la suegra de Pedro
Milagros de Jesús

Lucas 4, 38-44. Tiempo Ordinario. Cristo te cura de las enfermedades del alma, siempre está atento...solo tienes que pedirlo.


Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net 



Del santo Evangelio según san Lucas 4, 38-44
En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que Él era el Cristo. Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado. E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Oración introductoria

Señor, yo también estoy buscándote en mi interior. Ayúdame a ver qué es lo que necesito cambiar para que aprecie y valore más tu presencia en mi vida. Yo también estoy enfermo, te pido que en esta oración te dignes hacer algo por mí. Creo en Ti, confío en Ti y te amo.

Petición
Jesús, dame la humildad para saber reconocer tu presencia en mi vida.

 
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Una Misericordia en camino.
«También tengo que»… este «también tengo que» que pronunciaste con tus palabras me ilumina tanto. En verdad llevaste una vida de ininterrumpida entrega, de inmolación sin tregua, de continuo sacrificio. Contemplo y vuelvo a contemplar tu vida y no veo sino un corazón que nunca supo qué significaba no amar –a no ser que lo experimentase pasivamente, y cuánto dolor no te causó (y te causa).
Señor, no me cansaré de repetirlo y te doy gracias por sostenerme en esta ilusión: te pido un corazón semejante al tuyo, que sepa estimar las cosas con tu percepción, que sepa apreciar las situaciones con tu espíritu, mirar a las personas con tu perspectiva. Dame un corazón que antes se canse de vivir para sí mismo, que de entregarse a los demás. Hazme un corazón sencillo, que no entienda de egoísmos, de «mi tiempo», de los «yo quisiera que», «me gustaría más», «preferiría mejor»… hazme un corazón cuya única ilusión sea amar, sea dar, entregarse, dar testimonio verdadero del Amor. Dame un corazón valiente, que sepa superar los miedos o sobrellevarlos puesta la confianza en Ti. Un corazón que viva bajo la tensión del darse antes que la del buscarse. Dame un corazón que en entregarse totalmente encuentre su único descanso. Dame un corazón humilde, que sepa aprender de los demás, maravillarse, alegrarse, entristecerse, acompañar y elevar a todos hacia tu Amor.


Un corazón que camine cada instante hacia la cruz, tal como el tuyo, hasta consumirse por amor…
 «La Misericordia de nuestro Dios es infinita e inefable y expresamos el dinamismo de este misterio como una Misericordia “siempre más grande”, una Misericordia en camino, una Misericordia que cada día busca el modo de dar un paso adelante, un pasito más allá, avanzando sobre las tierras de nadie, en las que reinaba la indiferencia y la violencia.»
 (Homilía de S.S. Francisco, 24 de marzo de 2016).

Reflexión
Es admirable el trabajo de los médicos. Nunca tienen un rato de descanso, porque allí donde van, aunque sea a una fiesta, todo el mundo se acerca para hablarles de sus padecimientos y enfermedades.

Así me imagino también a Jesús. No había llegado todavía a casa de su amigo Pedro cuando ya le piden un milagro. Y por la tarde vinieron a suplicarle que sanara a otros enfermos. Y al salir el sol le seguían buscando incluso en el desierto.

¡Qué grande es el Corazón de Cristo! Qué paciente, las veinticuatro horas del día, sin pedir nada a cambio. La Palabra ablanda cualquier corazón, aunque sea más duro que las piedras.. Le apasionaba su misión. Sabía que tenía que aprovechar los tres años de vida pública y no se permitió ni un momento de reposo.

Esto nos enseña a tomarnos en serio nuestra vida. El tiempo que Dios nos ha concedido no puede tirarse a la basura con entretenimientos estériles. Hay mucho que hacer, y algún día nos pedirán cuentas de lo que hayamos hecho. Seguro que tienes varias tareas pendientes que están esperando su momento. ¿Y cuando llegará? Quién sabe.

Es cuestión de organizarse bien, de tener el día programado para rendir al máximo, aun sacrificando el tiempo dedicado a la televisión. Debemos ser exigentes con el uso de las horas. No pueden desperdiciarse, porque nunca más volverán.

Primero es necesario establecer una jerarquía. ¿Qué es lo más importante para mí? No hay que descuidar el trabajo, ni la familia, ni los momentos para Dios, ni las actividades que enriquezcan a los que viven en la misma ciudad o país. Sepamos sacarle el jugo a la vida que Dios nos ha regalado.

Propósito
Consolar a una persona enferma, más que con palabras, con mi cercanía serena y sincera.

Diálogo con Cristo
Señor, gracias por venir a mi casa en esta oración. Estoy agradecido por la atención personal que me das, especialmente cuando estoy enfermo y necesitado de tu gracia. Quiero corresponder rápidamente, como lo hizo la suegra de Pedro, sirviendo con alegría y prontitud a todos mis hermanos. El mundo está enfermo, muchos tienen una gran necesidad de Ti. Te ofrezco ser generoso y compartir la fuerza de tu presencia en mi vida.

martes, 30 de agosto de 2016

Cree tan profunda y sinceramente en la bondad y belleza de cada ser humano, por destrozado o roto que esté, que es capaz de liberar y curar. Jamás hace daño, sólo nos hace bien.



Lectura del santo evangelio según san Lucas 4,31-37:
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Se quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús le intimó: «¡Cierra la boca y sal!»
El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño. Todos comentaban estupefactos: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.»
Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca.

  • La suave fuerza de la Palabra

El otro puerto al que hoy nos traslada el texto evangélico de Lucas es Cafarnaún, un enclave comercial a orillas del lago de Galilea. Allí surge un encuentro curioso entre Jesús, las gentes que iban a escucharle y un hombre que tenía un demonio (un espíritu impuro). Es cierto que lo central es destacar la autoridad de las palabras de Jesús, de qué manera cautivaba a quienes le escuchaban. Pero a mí me evoca una escena que leí en alguna ocasión en el prólogo de un libro que no recuerdo y por lo que no lo cito.
La escena transcurría en la sala de neonatos de un hospital importante de una gran ciudad. Un eminente cirujano de pediatría entro, durante la noche, para controlar la evolución de un diminuto bebé que había operado ese día, y luchaba entre la vida y la muerte. Después de cumplir su tarea, acercó una silla a la incubadora, metió su mano y, mientras acariciaba suavemente con un dedo la sien del niño, le tarareaba una sencilla nana.
Ese profundo y conmovedor gesto de ternura y humanidad resuena también en una frase del evangelio de hoy: “Entonces el demonio arrojó al hombre al suelo delante de todos y salió de él sin hacerle ningún daño”. La exquisita delicadeza del amor de Jesús hacia cada uno de nosotros es lo que da poder a sus palabras. Cree tan profunda y sinceramente en la bondad y belleza de cada ser humano, por destrozado o roto que esté, que es capaz de liberar y curar. Jamás hace daño, sólo nos hace bien.
Dejemos que nos hable, escuchemos las palabras que necesitamos oír en nuestro interior, para ser más nosotros mismos, más suyos, más capaces para el amor y más felices.
Hna. Águeda Mariño  Rico O.P.Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo
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lunes, 29 de agosto de 2016

Viendo la vida del Bautista nos sentimos fuertemente interpelados y descubrimos que debemos imitarle para ser verdaderos y auténticos cristianos.




Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo habla metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se habla casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecia a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.
La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.
La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:
-«Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»
Y le juró:
-«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»
Ella salió a preguntarle a su madre:
-«¿Qué le pido?»
La madre le contestó:
-«La cabeza de Juan, el Bautista.»
Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:
-«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»
El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

Meditación 

El ejemplo de Juan el Bautista
Viendo la vida del Bautista nos sentimos fuertemente interpelados y descubrimos que debemos imitarle para ser verdaderos y auténticos cristianos. San Juan nos invita a hacer una opción radical por Cristo aceptando la cruz. La cruz es como un termómetro fiel que mide nuestro amor a Cristo y nos indica la sinceridad de nuestra opción por Él.

Sin duda, se nos presenta la tentación de seguir a Cristo sin renunciar a nuestro egoísmo, o al menos, a veces intentamos llevar la cruz de modo que no nos duela tanto o se acomode a nuestros gustos y planes personales. Sin embargo, esto no es posible: o nos decidimos a seguir a Cristo, aceptando todas sus implicaciones, como lo hizo San Juan, o nos quedamos sin Cristo.

Esta es la única opción del cristiano: optar por Cristo radicalmente. Sí, es posible cargar la cruz de cada día y seguirlo con alegría, porque Él va con nosotros dándonos la fuerza que necesitamos. Es posible amar en el sufrimiento, porque Cristo nos amó primero. Es posible optar por Él con radicalidad, porque Él antes optó por salvarnos por medio de su Pasión y muerte. Su Cruz pues, hace llevadera nuestra pequeña cruz. San Juan el Bautista, un seguidor fiel de Cristo, nos dice con su ejemplo: “Carga con tu cruz, niégate a ti mismo, realízate en la donación de ti mismo por amor”.

Sólo quien ama a Cristo y se entrega, experimenta esta paradoja del morir para tener vida, y es capaz de llevar la cruz como camino de salvación y de verdadera felicidad.
Antes de concluir nuestra oración, delante de una imagen de Cristo crucificado, renovemos nuestra opción radical de seguirlo, cueste lo que cueste, de tomar en serio sus palabras, de ser cristianos que acepten su cruz.

Reflexión apostólica
Llevar la cruz de Cristo debe expresarse a través de la renuncia en las pequeñas cosas, no por un afán masoquista, sino como expresión de nuestro amor a Cristo y medio de identificación con Él. Cuántas veces podemos hacer un pequeño sacrificio absteniéndonos de unos ratos de televisión o de internet para dedicarlo a la convivencia familiar, al apostolado o a otras ocupaciones útiles; cuántas oportunidades para abstenernos de los pequeños gustos, para no quejarse ante todo lo que desagrada, para aprovechar bien el tiempo, etc.
La vida de todos los días nos da mil oportunidades para optar por Cristo y seguirlo cargando esa cruz hecha de pequeños detalles. Señor ¡no permitas que viva ni un día sin tu cruz!

Propósito
Cargaré con mi cruz abnegándome en lo pequeño..

viernes, 19 de agosto de 2016

El evangelio de hoy, nos pone ante la disyuntiva de qué es lo que quiere Dios y qué es lo que queremos nosotros.





Mateo 22, 34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley? » Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».
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“El niño con el pijama de rayas”, es una novela escrita por el irlandés John Boyne. La historia nos cuenta acerca de un niño de nueve años llamado Bruno. Él es hijo de un nazi que es enviado, como comandante, al campo de concentración de Auswitch, entonces la familia debe mudarse a dicho sitio. Aquél pequeño se siente solo y aburrido en el nuevo lugar donde vive, no hay nadie con quien pueda jugar y sólo ve soldados por todas partes. Pero Bruno, en su curiosidad, descubre que, más allá del jardín de su casa, hay una valla de alambre. Y detrás de esa valla se encuentra con un niño, vestido de igual forma que el resto de la gente del otro lado: Todos —según él— con el mismo pijama de rayas. Bruno y aquél chiquillo del otro lado de la alambrada, finalmente, entablan una amistad.

Este es el argumento de una historia inventada, pero que, teniendo en cuenta el evangelio de hoy, nos pone ante la disyuntiva de qué es lo que quiere Dios y qué es lo que queremos nosotros.

Jesús es cuestionado nuevamente por los fariseos. Esta vez quieren saber qué dice el Nazareno acerca de lo que manda Dios. Cristo, como buen judío, recita dos partes del Antiguo Testamento. El Deuteronomio que dice: “Escucha Israel, amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Dt 6, 4-10). Y el Levítico que prescribe: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19, 18). Pero no está haciendo una enumeración, sino que está poniendo a la misma altura ambos mandatos. Dice que el segundo es parecido, semejante, al primero. Y me gusta pensar que, tal vez, deberíamos, confundirlos, porque así se comprende mejor qué quiere Dios y quién es él.

Todos, con verdad, decimos que conocemos el mensaje de Jesús. Un poco más, un poco menos, pero lo básico —afirmamos— lo sabemos. Sin embargo, lo que más nos sigue pesando, a la hora de vivir nuestra fe, nuestra unión con Dios, es el esquema del Antiguo Testamento. Nuestra forma religiosa de vivir sigue más unida a los diez mandamientos que a la nueva y revolucionaria propuesta de Cristo. Es la lista de mandatos la que pesamos en nuestro ser y no prestamos atención a lo más importante. Por ejemplo, en muchas ocasiones no estamos con la conciencia tranquila porque hemos faltado a misa -asociado a “santificar las fiestas”-, pero poco nos quita el sueño si, de verdad, no hemos amado a Dios. O será que tal vez pensamos que lo amamos, porque hemos cumplido con el precepto dominical.

Dice el mismo Jesús, en el Evangelio de hoy, que esta prescripción doble de amor supera a toda la ley y los profetas. Aquí está entonces la gran diferencia y la gran novedad del Mesías, con respecto a la antigua ley. Pero a pesar de ser muy claro, desde los apóstoles hasta hoy, me parece, aún seguimos en aquél esquema anterior que da tranquilidad de conciencia si se vive en la perfección de la norma antes que en la perfección del amor.

Qué es amar a Dios y al prójimo, seguramente, lo podremos entender con la propuesta de san Agustín, que dice: “Ama y haz lo que quieras; si callas, calla por amor; si gritas, grita por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Existe dentro de ti la raíz del amor; de dicha raíz no puede brotar sino el bien”. Y si queremos ponerlo en comparación al decálogo mosaico, deberíamos decir que, si se ama de verdad, entonces no se deshonra al padre o a la madre, no se mata, no se miente, no se roba. Vivir con la propuesta de Jesús exige una profundidad mucho mayor en el discernimiento de nuestros actos y decisiones.

Lo que pasa es que, tal vez más en esta época, hemos llegado a confundir el amor, que es y lo envuelve todo, con algunos aspectos o manifestaciones de ese amor. Es hora de pensar que, cuando hablamos de amor, estamos más allá del enamoramiento, del amor de padres a hijos, o del amor entre amigos. Esto tiene que ver con todo lo que es nuestra vida, incluso con aquello que no nos gusta.

Antes les recordaba la novela de Boyle y el niño que, sin tener los prejuicios ni el conocimiento del odio de los adultos, es capaz de vencer fronteras, alambradas, y encontrarse con “el otro”. Lo acepta, en su inocencia, tal como es, no le importa si es judío o preso. Ve al otro pibe como uno igual que él. Y esto es lo que le pasa a Jesús con nosotros. Para él somos valiosos, como somos. Así nos ama y quiere hacerse uno con nosotros, quiere vestir el mismo pijama de rayas que a veces llevamos puesto, aunque no nos demos cuenta.

Entonces, el paradigma donde tenemos que mirar, para vivir según el mensaje y la propuesta de Jesús, es su misma vida. Él no sólo nos dice el modo en que Dios nos pide que vivamos, sino que lo encarnó. Tenemos que amarnos hasta el punto de amar como el mismo Cristo nos amó. Es que el amor, bien entendido, es la capacidad de donación de sí mismo, sin esperar nada a cambio. Y cuando decimos nada, es nada. Así ama Dios. Y claro que llegar a un nivel de entrega de este tipo no es fácil, además de que no se da de una vez para siempre, sino que es progresivo. Por lo tanto, debemos crecer en el amor. Y creo que todo esto es posible, especialmente, cuando Dios habita en nosotros.

¿Por dónde empezar? Hay que hacerlo por lo más concreto que tenemos: Amar al prójimo como a uno mismo. Ahí, seguro, no nos equivocamos y sin duda, al mismo tiempo, estamos amando a Dios.

Hay que saber, que las vallas que nos impiden llegar al otro, las ponemos nosotros, las personas, no Dios.

jueves, 18 de agosto de 2016

¿Cuáles son los motivos que hoy limitan la participación de muchas personas en la sociedad y en la iglesia? ¿Cuáles son los motivos que ciertas personas alegan para excluirse del deber de participar en la comunidad? 




Lectio: 
 Jueves, 18 Agosto, 2016
Tiempo Ordinario
1) Oración inicial
¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor.
2) Lectura del Evangelio
Del Evangelio de Mateo 22,1-14
Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía otros siervos, con este encargo: Decid a los invitados: `Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda.' Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se enojó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad. Entonces dice a sus siervos: `La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda.' Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. «Cuando entró el rey a ver a los comensales vio allí uno que no tenía traje de boda; le dice: `Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?' Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: `Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.' Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.»
3) Reflexión
• El evangelio de hoy narra la parábola del banquete que se encuentra en Mateo y en Lucas, pero con diferencias significativas, procedentes de la perspectiva de cada evangelista. El trasfondo, sin embargo, que llevó a los dos evangelistas a conservar esta parábola es el mismo. En las comunidades de los primeros cristianos, tanto de Mateo como de Lucas, seguía bien vivo el problema de la convivencia entre judíos convertidos y paganos convertidos. Los judíos tenían normas antiguas que les impedían comer con los paganos. Después de haber entrado en la comunidad cristiana, muchos judíos mantuvieron la costumbre antigua de no sentarse en la mesa con un pagano. Así, Pedro tuvo conflictos en la comunidad de Jerusalén, por haber entrado en casa de Cornelio, un pagano y haber comido con él (Hec 11,3). Este mismo problema, sin embargo, era vivido de forma diferente en las comunidades de Lucas y en las de Mateo. En las comunidades de Lucas, a pesar de las diferencias de raza, clase y género, tenían un gran ideal de compartir y de comunión (Hec 2,42; 4,32; 5,12). Por esto, en el evangelio de Lucas (Lc 14,15-24), la parábola insiste en la invitación dirigida a todos. El dueño de la fiesta, indignado con la desistencia de los primeros invitados, manda a llamar a los pobres, a los lisiados, a los ciegos, a los mancos para que participen en el banquete. Con todo, sobran sitios. Entonces, el dueño de la fiesta manda invitar a todo el mundo, hasta que se llene la casa. En el evangelio de Mateo, la primera parte de la parábola (Mt 22,1-10) tiene el mismo objetivo de Lucas. Llega a decir que el dueño de la fiesta manda entrar a“buenos y malos” (Mt 22,10). Pero al final añade otra parábola (Mt 22,11-14) sobre el traje de la fiesta, que insiste en lo que es específico de los judíos, a saber, la necesidad de pureza para poder comparecer ante Dios.
• Mateo 22,1-2: El banquete para todos. Algunos manuscritos dicen que la parábola fue contada para los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. Esta afirmación puede así servir como llave de lectura, pues ayuda a comprender algunos puntos extraños que aparecen en la historia que Jesús cuenta. La parábola empieza así: "El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir”. Esta afirmación inicial evoca la esperanza más profunda: el deseo de la gente de estar con Dios para siempre. Varias veces en los evangelios se alude a esta esperanza, sugiriendo que Jesús, el hijo del Rey, es el novio que viene a preparar la boda (Mc 2,19; Apc 21,2; 19,9).
• Mateo 22,3-6: Los invitados no quisieron venir. El rey hizo unas invitaciones muy insistentes, pero los invitados no quisieron ir. “Se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron”. En Lucas, son los cometidos de la vida cotidiana que impiden aceptar la invitación. El primero le dijo: `He comprado un campo y tengo que ir a verlo; te ruego me dispenses.' Y otro dijo: `He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego me dispenses.' Otro dijo: `Me acabo de casar, y por eso no puedo ir.” (cf. Lc 14,18-20). Dentro de las normas y las costumbres de la época, aquellas personas tenían el derecho, y hasta el deber, de no aceptar la invitación que se les hacía (cf Dt 20,5-7).
• Mateo 22,7: Una guerra incomprensible. La reacción del rey ante el rechazo, sorprende. “Se enojó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad”. ¿Cómo entender esta reacción tan violenta? La parábola fue contada para los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo (Mt 22,1), los responsables de la nación. Muchas veces, Jesús les había hablado sobre la necesidad de conversión. Llegó a llorar sobre la ciudad de Jerusalén y a decir: "Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: “¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos. Porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita." (Lc 14,41-44). La reacción violenta del rey en la parábola se refiere probablemente a lo que aconteció de hecho según la previsión de Jesús. Cuarenta años después, fue destruida (Lc 19,41-44; 21,6;).
• Mateo 22,8-10: La invitación permanece en pie. Por tercera vez, el rey invita a la gente. Dice a los empleados: “La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda.' Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales.“ Los malos que eran excluidos como impuros de la participación en el culto de los judíos, ahora son invitados, específicamente, por el rey para participar en la fiesta. En el contexto de la época, los malos eran los paganos. Ellos también son convidados para participar en la fiesta de la boda.
• Mateo 22,11-14: El traje de fiesta. Estos versos cuentan como el rey entró en la sala de fiesta y vio a alguien sin el traje de fiesta. El rey preguntó: 'Amigo, come fue que has entrado aquí sin traje de boda?' Él se quedó callado. La historia cuenta que el hombre fue atado y echado a las tinieblas. Y concluye: “Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.” Algunos estudiosos piensan que aquí se trata de una segunda parábola que fue añadida para ablandar la impresión que queda de la primera parábola donde se dice que “malos y buenos” entraron para la fiesta (Mt 22,10). Lo mismo, admitiendo que ya no es la observancia de la ley que nos trae la salvación, sino la fe en el amor gratuito de Dios, esto en nada disminuye la necesidad de la pureza de corazón como condición para poder comparecer ante Dios.
4) Para la reflexión personal
• ¿Cuáles son las personas que normalmente son invitadas a nuestras fiestas? ¿Por qué? ¿Cuáles son las personas que no son invitadas a nuestras fiestas? ¿Por qué?
• ¿Cuáles son los motivos que hoy limitan la participación de muchas personas en la sociedad y en la iglesia? ¿Cuáles son los motivos que ciertas personas alegan para excluirse del deber de participar en la comunidad? ¿Son motivos justos?
5) Oración final
Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,
renueva en mi interior un espíritu firme;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu. (Sal 51,12-13)

miércoles, 17 de agosto de 2016

Sí, Jesús nos confía una parte de su viña. No pasemos los minutos, las horas, los días, los meses o los años sin dedicarlos a los demás, a la Iglesia, a la sociedad. El tiempo no es para uno mismo, sino para Dios. El que ama a Dios no se retrae, no se esconde, no se desentiende. El que ama a Dios, no sólo entrega lo que tiene, sino que se da por completo.


San Mateo 20, 1-16:Trabajar en la viña del Señor
Autor: Regnum Christi
Fuente: Regnum Christi      

Evangelio

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 20, 1-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo a medio día y a media tarde e hizo lo mismo.

Por último salió también al caer la tarde y encontró todavía otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos le respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. Él les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.

Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta que llegues a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno.

Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’.

Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mí lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’
De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”.

Meditación

El Evangelio nos presenta una escena en la que un hombre vuelve en diferentes momentos a la plaza para contratar a los trabajadores. Unos son llamados al inicio del día, y otros ya al atardecer. Es decir, Dios llama a cada uno, según sus cualidades y su situación personal. A Él lo que le interesa es que todos los hombres se salven. Todos somos llamados a corresponder a la gracia, no importa el momento de la vida en el que nos encontremos.

Por otra parte, la página evangélica también nos llama al trabajo. El mundo es grande. El tiempo es corto. Son muchos los que todavía no conocen a Cristo y mientras haya una persona que no ame a Cristo, no podemos descansar. ¿Nos sobra un poco de tiempo? Entonces recapacitemos y veamos si no podríamos más bien dedicar ese tiempo a hacer algo en el propio ambiente, en el trabajo, en la parroquia, en la familia. El Señor necesita trabajadores en su viña. Aceptemos su invitación y acudamos desde la primera hora.

Sí, Jesús nos confía una parte de su viña. No pasemos los minutos, las horas, los días, los meses o los años sin dedicarlos a los demás, a la Iglesia, a la sociedad. El tiempo no es para uno mismo, sino para Dios. El que ama a Dios no se retrae, no se esconde, no se desentiende. El que ama a Dios, no sólo entrega lo que tiene, sino que se da por completo.

El pasaje de san Mateo, por último, nos recuerda el sentido de Iglesia con el que hemos de vivir. Somos “obreros” de la viña del Señor junto a los demás cristianos. Debemos trabajar juntos para colaborar en la edificación del Reino de Cristo. Nos hemos de estimular y ayudar unos a otros como miembros de la Iglesia, por encima de cualquier nivel cultural, de la lengua, de la apariencia, etc.

Reflexión apostólica

Los cristianos debemos vivir en íntima unión y espíritu de colaboración con todos los miembros de la Iglesia. Esto implica vivir con una mayor conciencia de “ser y hacer Iglesia” a través de la parroquia o diócesis. Busquemos vivir la dimensión eclesial de nuestra vocación cristiana uniendo nuestros esfuerzos a los de otros muchos en la evangelización.

Propósito

Dedicar un tiempo que tenga para ponerlo a disposición de los demás, o de mi parroquia.

martes, 16 de agosto de 2016

Es necesario acordarse de que Jesús nos anuncia que los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros, o sea aquel que se cree o que es el más grande se tiene que volver el servidor, el más pequeño.


Mateo 19, 23-30. Tiempo Ordinario. Si el Señor te da la posibilidad de ser el primero, tú tienes que comportarte como el último, o sea, servir.


Por: José Fernández de Mesa | Fuente: Catholic.net 




Del santo Evangelio según san Mateo 19, 23-30
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos». Al oír esto, los discípulos, llenos de asombro, decían: «Entonces, ¿quién se podrá salvar?» Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, mas para Dios todo es posible». Entonces Pedro, tomando la palabra, le dijo: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué recibiremos, pues?» Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna. «Pero muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros».

Oración introductoria
Señor Jesús, sálvame. Creo en Ti. Espero y te amo sobre todas las cosas. Enciende en mi corazón el amor al Padre que está en el cielo y la alegría de ser cristiano. Dame el fuego de tu Santo Espíritu, que ilumine mi mente para desinteresadamente buscarte en esta oración.

 
Petición
Señor, dame la valentía para vivir con pobreza de espíritu.

Meditación del Papa Francisco
La gratuidad en seguir a Jesús, es la respuesta a la gratuidad del amor y de la salvación que nos da Jesús. Y cuando se quiere ir sea con Jesús que con el mundo, sea con la pobreza que con la riqueza, esto es un cristianismo a mitad, que quiere una ganancia material. Es el espíritu del mundo. Esos cristianos hacen eco a las palabras del profeta Elías, cojean con las dos piernas porque no saben lo que quieren.


Para entender esto es necesario acordarse de que Jesús nos anuncia que los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros, o sea aquel que se cree o que es el más grande se tiene que volver el servidor, el más pequeño.
Seguir a Jesús desde el punto de vista humano no es un buen negocio: es servir. Lo ha hecho Él, y si el Señor te da la posibilidad de ser el primero, tú tienes que comportarte como el último, o sea, servir. Y si el Señor te da la posibilidad de tener bienes, tú debes emplearte en servir a los otros. Son tres cosas, tres escalones, los que te alejan de Jesús: las riquezas, la vanidad y el orgullo. Por esto son tan peligrosas las riquezas, porque te llevan en seguida a la vanidad y te crees importante. Y cuando uno se cree importante pierde la cabeza y se pierde. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2015 en Santa Marta).
Reflexión
Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.” Sería reductivo si interpretáramos el dejar "todo" de Pedro, como sólo la opción de convertirse en un misionero, o de quien se hace sacerdote o religioso(a). Todo cristiano está llamado de alguna manera a dejar ese "todo" que comienza por dejarse a uno mismo. Cuando Jesús nos llama a amar más y nos invita a una entrega más plena y consciente, lo primero que debemos hacer es rechazar el egoísmo de nuestra vida. Con palabras del Papa Juan XXIII, estamos "metiendo el amor propio debajo de nuestros zapatos". Es nuestro principal obstáculo y lo que impide que el amor de Dios nos alcance y se difunda a nuestro alrededor. Por ello, nuestra recompensa tendrá la medida de nuestro amor a Dios. Cuanto más generoso sea, mayor será ésta.

No se trata de una opción, de una entrega que podemos alcanzar fácilmente por nosotros mismos. Es una invitación que proviene de Dios, que Él sin duda quiere para cada uno de nosotros aunque también nos pida nuestra colaboración. En esto hemos de confiar, pues es Dios quien nos inspira santos propósitos, Él mismo nos asistirá con su gracia y no nos abandonará nunca.

Propósito
Rezar, continuamente, una jaculatoria que me ayude a combatir el desaliento ante las dificultades, con el entusiasmo de mi fe y y de mi amor a Dios.

Diálogo con Cristo
Jesús, que este encuentro contigo me ayude a concretar mi generosidad. Quiero vivir con esa apertura en todas las circunstancias de mi vida, especialmente en las que requiera un especial desprendimiento de mi propio ser, para ponerme a disposición de las necesidades de los demás, sin buscar recompensas efímeras, sino sólo el cumplir, por amor, tu voluntad.

viernes, 12 de agosto de 2016

El pasaje evangélico nos ha recordado que el designio del Padre sobre el hombre y la mujer es un maravilloso proyecto de amor. ¿Eres consciente de que el amor tiene una ley imprescindible que comporta el don total y pleno de la propia persona al otro?


Lectio: 
 Viernes, 12 Agosto, 2016
Tiempo Ordinario
 
1) Oración inicial Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre; aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura Del santo Evangelio según Mateo 19,3-12.
Y se le acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?» Él respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.» Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?» Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio.»
Dícenle sus discípulos: «Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse.» Pero él les dijo: «No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que fueron hechos tales por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda.»
 
3) Reflexión• Contexto. Hasta el cap. 18, Mateo ha mostrado cómo los discursos de Jesús han marcado las varias fases de la constitución y formación progresivas de la comunidad de los discípulos en torno a su Maestro. Ahora, en 19,1, este pequeño grupo se aleja de las tierras de Galilea y llega al territorio de Judea. La llamada de Jesús, que ha atraído a sus discípulos, sigue avanzando hasta la elección definitiva: la acogida o el rechazo de la persona de Jesús. Esta fase tiene lugar a lo largo del camino que lleva a Jerusalén (cap.19-20) y al templo, después de llegar finalmente a la ciudad (cap.21-23). Todos los encuentros que Jesús efectúa en estos capítulos tienen lugar a lo largo del recorrido de Galilea a Jerusalén.
• El encuentro con los fariseos. Al pasar por la Transjordania (19,1) tiene Jesús el primer encuentro con los fariseos, y el tema de la discusión de Jesús con ellos es motivo de reflexión para el grupo de los discípulos. La pregunta de los fariseos se refiere al divorcio y de manera particular pone a Jesús en apuros acerca del amor dentro del matrimonio, que es la realidad más sólida y estable para la comunidad judía. La intervención de los fariseos pretende acusar la enseñanza de Jesús. Se trata de un verdadero proceso: Mateo lo considera como “un poner a prueba”, como “un tentar”. La pregunta es ciertamente crucial: “¿Es lícito a un hombre repudiar a la propia mujer por cualquier motivo?” (19,3). Al lector no se le escapa la torcida intención de los fariseos al interpretar el texto de Dt 24,1 para poner en aprietos a Jesús: “Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en su mano y la despedirá de su casa”. A lo largo de los siglos, este texto había dado lugar a numerosas discusiones: admitir el divorcio por cualquier motivo; requerir un mínimo de mala conducta, o un verdadero adulterio.
• Es Dios el que une. Jesús responde a los fariseos citando Gn 1,17: 2,24 y remitiendo la cuestión a la voluntad primigenia de Dios creador. El amor que une al hombre y a la mujer viene de Dios, y por este origen, une y no puede separar. Si Jesús cita Gn 2,24 “El hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa y serán los dos una sola carne”, (19,5) es porque quiere subrayar un principio singular y absoluto: la voluntad creadora de Dios es unir al hombre y a la mujer. Cuando un hombre y una mujer se unen en matrimonio, es Dios el que los une; el término “cónyuges” viene del verbo congiungere, coniugare, es decir, la unión de los dos esposos que conlleva trato sexual es efecto de la palabra creadora de Dios. La respuesta de Jesús a los fariseos alcanza su culmen: el matrimonio es indisoluble en su constitución originaria. Ahora prosigue Jesús citando a Ml 2, 13-16: repudiar a la propia mujer es romper la alianza con Dios, alianza que, según los profetas, los esposos la viven sobre todo en su unión conyugal (Os 1-3; Is 1,21-26; Jr 2,2;3,1.6-12; Ez 16; 23; Is 54,6-10;60-62). La respuesta de Jesús aparece en contradicción con la ley de Moisés que concede la posibilidad de dar un certificado de divorcio. Dando razón de su respuesta, Jesús recuerda a los fariseos: si Moisés decidió esta posibilidad, es por la dureza de vuestro corazón (v.8), más concretamente, por vuestra indocilidad a la Palabra de Dios. La ley de Gn 1,26; 2,24 no se ha modificado jamás, pero Moisés se vio obligado a adaptarla a una actitud de indocilidad. El primer matrimonio no es anulado por el adulterio. La palabra de Jesús dice claramente al hombre de hoy, y de modo particular a la comunidad eclesial, que no ha de haber divorcios, y sin embargo observamos que existen; en la vida pastoral, los divorciados son acogidos y para ellos está siempre abierta la posibilidad de entrar en el reino. La reacción de los discípulos no se hace esperar: “Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse” (v.10). La respuesta de Jesús sigue manteniendo la indisolubilidad del matrimonio, imposible para la mentalidad humana pero posible para Dios. El eunuco del que habla Jesús no es el que no puede engendrar, sino el que, una vez separado de la propia mujer, continúa viviendo en la continencia y permaneciendo fiel al primer vínculo matrimonial: es eunuco con relación a todas las demás mujeres.
 
4. Para la reflexión personal• ¿Sabemos acoger la enseñanza de Jesús en lo que se refiere al matrimonio con ánimo sencillo sin adaptarlo a nuestras legítimas elecciones y conveniencia?
• El pasaje evangélico nos ha recordado que el designio del Padre sobre el hombre y la mujer es un maravilloso proyecto de amor. ¿Eres consciente de que el amor tiene una ley imprescindible que comporta el don total y pleno de la propia persona al otro?
 
5) Oración finalCrea en mí, oh Dios, un corazón puro,
renueva en mi interior un espíritu firme;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu. (Sal 51,12-13)

jueves, 11 de agosto de 2016

Primero, pedir perdón y no simplemente pedir disculpas es tener consciencia del propio pecado. Segundo. Dios siempre perdona, siempre. Pero pide que yo perdone. Si yo no perdono, en cierto sentido cierro la puerta al perdón de Dios.



Tiempo Ordinario

Mateo 18, 21-19,1. Tiempo Ordinario. Al perdonar encontramos paz en nuestra vida. Aunque sea costoso y se oponga a nuestros sentimientos.


Por: P . Clemente González | Fuente: Catholic.net 




Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-19,1 
En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús, le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y les propuso esta parábola: Se parece el Reino de los Cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo. El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios, y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: Págame lo que me debes. El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo y te lo pagaré. Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano. Cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y vino a la región de Judea, al otro lado del Jordán.

Oración introductoria
Dios mío, creo que estás aquí presente. Espero y te suplico humildemente que guíes esta oración. Ayúdame a tener los mismos sentimientos de acogida y misericordia que tuvo tu Hijo, Jesús.

Petición
Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo para amar y perdonar a los demás como los amas Tú.

Meditación del Papa Francisco
El perdón se pide sinceramente, con el corazón, y tiene que ser dado con el corazón a quien cometió el mal. Como el patrón de la parábola evangélica contada por Jesús, que perdona una deuda enorme a un siervo, movido por la compasión de sus súplicas. Y no como el otro siervo hace con su igual, tratándolo sin piedad y haciéndolo llevar a la cárcel aunque fuera deudor de una suma irrisoria.
La dinámica del perdón, es la que enseñó Jesús en el Padre Nuestro. “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Lo que Jesús nos enseña es:
Primero, pedir perdón y no simplemente pedir disculpas es tener consciencia del propio pecado, de la idolatría cometida, de las diversas idolatrías.
Segundo. Dios siempre perdona, siempre. Pero pide que yo perdone. Si yo no perdono, en cierto sentido cierro la puerta al perdón de Dios.


- Pero padre yo me confieso.
- ¿Y qué haces antes de confesarte?
- Bueno, pienso a las cosas que hice mal...
- Está bien.
- Después pido perdón al Señor y prometo no volver hacerlo...
- Bien. ¿Y después vas al sacerdote? Antes te falta una cosa: ¿has perdonado quienes que te han hecho mal?, porque el perdón que Dios te dará supone el perdón que tu das a los otros. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 10 de marzo de 2015, en Santa Marta).

Reflexión
Juan Pablo II dio al mundo uno de los más grandes ejemplos de perdón cuando, en 1982, después de que atentaran contra su vida, fue a visitar a Ali Agca para ofrecerle su perdón. Perdonar a quien intentó asesinarle es todo un testimonio del seguimiento de Cristo.

Jesús no pone límites a la hora de olvidar las faltas. Además nos dejó un sacramento, el de la Penitencia, para borrar los pecados que cometiésemos contra Él, contra Dios. De ahí sacamos una lección de misericordia y de amor. Dios nos gana a todos en generosidad, y no sólo nos perdona una o dos faltas, sino todos los pecados por graves que éstos sean.

Así como Dios perdona, así como el Papa perdonó, igualmente debemos hacer nosotros con todos aquellos que nos perjudican.

Perdonar es vivir la caridad. Aunque sea costoso y se oponga a nuestros sentimientos y pasiones, es la mejor manera de manifestar nuestra correspondencia al amor de Dios.

El perdón es una manera de vivir muy cristiana, y muy necesaria, sobre todo en los ambientes donde reina el odio y la venganza. Dicen que las guerras no se vencen con la fuerza de las armas, sino con el poder del perdón.

Propósito
Imitar el amor misericordioso de Dios en mi propia vida, con cada persona con la que tenga contacto: familia, compañeros de estudio o trabajo, amigos.

Diálogo con Cristo 
Padre mío, lo que puedo llegar a hacer, si dejo actuar tu gracia, es impresionante. Porque contestarle a Pedro que no sólo siete, sino setenta veces siete, es todo un desafío, imposible sin tu gracia e inspiración. Ayúdame a recorrer este camino de amor y misericordia hacia los demás.

miércoles, 10 de agosto de 2016

No consiste en guardar por encima de todo la vida, sino en llegar a emplearla y gastarla por los demás, hasta que, como a él, al final ya no nos quede más vida terrena.





Lectura del santo evangelio según san Juan 12,24-26:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.»

  • El diácono San Lorenzo

Dos son los detalles más conocidos en la vida de San Lorenzo. Pensamos que fueron ciertos, pero no pasaría nada si no lo fueran, porque todos estamos de acuerdo en la veracidad de lo que significan.
El primero sucedió en la persecución del Emperador Valeriano, siendo Lorenzo uno de los diáconos de la Iglesia en Roma, encargado de atender a las necesidades de los pobres. Resultó que el Prefecto o Alcalde de la ciudad exigió a Lorenzo los bienes de la Iglesia que él administraba. Pidió un breve plazo para reunirlos, al cabo del cual comunicó al Alcalde que ya podía ir a recoger los bienes, estando él, Lorenzo, rodeado de pobres, enfermos y lisiados a quienes atendía. Al llegar, Lorenzo le dijo, con las manos vacías: “Aquí tienes lo que pediste. Ésta es la auténtica riqueza de la Iglesia”. El resultado fue su condena a muerte.
El segundo, más conocido, tuvo lugar en su martirio. Después de un rato, quemándose sobre la parrilla en la que le tendieron, dijo Lorenzo al Juez: “Ya estoy asado de este lado, volvedme hacia el otro para poder quedar asado del todo”. Y así se hizo. Cuando esto se completó, exclamó: “La carne ya está preparada; pueden comer”. Y así murió, pidiendo por la conversión de Roma y la extensión del Reino.
  •  Honradez y entrega

Ya habíamos oído a Jesús hablarnos de los frutos, comparándolos con los bellos sarmientos que sólo sirven, si es que sirven, para adornar. Hoy da un paso más, indicándonos cómo dar fruto. Al final, hay que llegar a la entrega; y no a la entrega de cosas, de limosnas y dineros, sino a la entrega de la vida, a la de uno mismo. Si todavía alguien no lo entiende, que le mire a él: hay que seguirle a él en el servicio a los demás. Nos dice que sólo así daremos fruto: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero, si muere, da mucho fruto”. Compara la vida con el grano; y la auténtica honradez –nos viene a decir- no consiste en guardar por encima de todo la vida, sino en llegar a emplearla y gastarla por los demás, hasta que, como a él, al final ya no nos quede más vida terrena.
Esto que pudiera parecer que es perder la vida, es todo lo contrario: es la forma de ganarla y garantizar la otra, la eterna. “El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna”.
Esto es lo que hizo San Lorenzo y lo que, proporcionalmente, tenemos que hacer nosotros. Y hacerlo, sin ser masoquistas, amando la vida, aunque aborreciendo el mal. Y dando gracias a Dios por apostar por nosotros y admitirnos entre sus seguidores, sintiéndonos liberados e intentando, como San Lorenzo, liberar y humanizar a los demás.
San Lorenzo es admirable. ¿Le ves imitable también?
¿No crees que su transparencia, entrega y honradez nos sirven hoy de ejemplo?
Fray Hermelindo Fernández RodríguezFray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino
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martes, 9 de agosto de 2016

Aquí está entonces lo que esperamos: ¡que Jesús vuelva! La Iglesia esposa espera a su esposo! Sin embargo, debemos preguntarnos con mucha sinceridad: ¿somos realmente testigos luminosos y creíbles de esta esperanza?





Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,1-13:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: - "Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz:
- ¡Que llega el esposo, salid a recibidlo!.
Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas". Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os compréis".
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco". Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora"

Oración introductoria
Señor, qué fácilmente puedo dejarte a un lado, en un segundo plano, y acordarme de Ti sólo cuándo hay una necesidad o problema. Ese descuido, irresponsabilidad o apatía me trae muchas consecuencias negativas porque debilita mi capacidad de amar. Ayúdame, por medio de esta oración, a comprender la necesidad de mantenerme siempre alerta, dispuesta a recibir tu gracia que me hace capaz de transformarme y transformar mi mundo.

Petición
Señor, dame la gracia de tener un corazón alerta y vigilante, para obrar siempre el bien.

Meditación del Papa Francisco
La Iglesia tiene entonces la tarea de mantener encendida y bien visible la lámpara de la esperanza, para que pueda continuar a resplandecer como signo seguro de salvación y pueda iluminar a toda la humanidad el sentimiento que lleva al encuentro con el rostro misericordioso de Dios.
Queridos hermanos y hermanas, aquí está entonces lo que esperamos: ¡que Jesús vuelva! La Iglesia esposa espera a su esposo! Sin embargo, debemos preguntarnos con mucha sinceridad: ¿somos realmente testigos luminosos y creíbles de esta esperanza? ¿Nuestras comunidades viven aún en el signo de la presencia del Señor Jesús y en la espera calurosa de la venida, o aparecen cansadas, entorpecidas, bajo el peso del cansancio y de la resignación? ¿También nosotros corremos el riesgo de terminar el aceite de la fe, el aceite de la alegría! ¡Atención!
Invoquemos a la Virgen María, madre de la esperanza y reina del cielo, para que nos mantenga siempre en una actitud de escucha y de espera, así para poder ser ya ahora permeados por el amor de Cristo y ser parte un día de la alegría sin fin, en la plena comunión de Dios.   (Audiencia, S.S. Francisco, 15 de octubre de 2014).
Reflexión
Como cuando un escalador se detiene para ver lo recorrido y para contemplar la cima deseada y anhelada, así también Dios nos concede a veces momentos que son como esas paradas, y vemos lo recorrido en la vida y contemplamos la cima deseada y anhelada: la eternidad. Y entendemos el sentido de la vida y se nos hacen amargos todos los consuelos de la Tierra.

En esta situación estaban estas muchachas: el Esposo deseado... ¡Qué gozo!, ¡Qué alegría vivir así, esperando al Esposo! ¡Como si ya tuvieran ganada la Cima! ¡Cómo les rebotaría el corazón a estas chicas!

¡Qué contentas estarían! Así se encontraba Santa Teresita del Niño Jesús cuando descubrió los primeros síntomas de su enfermedad que la llevaría a la muerte, escribe: "¡Ah, mi alma se sintió henchida de gran consuelo! Estaba íntimamente persuadida de que Jesús (...) quería hacerme oír una primera llamada. Era como un dulce y lejano murmullo que me anunciaba la llegada del Esposo. (...) Gozaba por entonces de una fe tan viva, tan clara , que el pensamiento del cielo constituía toda mi felicidad" (Manuscrito C, F. 5r-5v).

Pero así como las vírgenes se durmieron, el caminante sigue caminando, a nosotros nos envuelve el remolino de la vida, y a Teresita se le duerme la fe.(cfr Manuscrito C, 5v). ¿Qué, pues es lo que importa si hasta los prudentes también se duermen? Tener encendidas nuestras lámparas y llevar el aceite para alimentarlas. Digamos que la lámpara es la vida, la Luz es la Vida de Gracia y el aceite es la Caridad.

La vida lleva su rumbo sin preguntar, le damos la Luz de Cristo y comienza a brillar, pero para que nunca de apague se necesita alimentarla con obras de caridad. Es así como nos va a reconocer el esposo: "En esto reconocerán que sois discípulos míos, si tenéis amor los unos para con lo otros". "Entonces el Rey les dirá: Venid, benditos de mi Padre, (...)porque cuanto hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis"

Propósito
Dar la Luz de Cristo a nuestra vida para que comienza a brillar, pero para que nunca de apague se necesita alimentarla con obras de caridad.

Diálogo con Cristo 
San Agustín dijo que tuviéramos cuidado de la gracia de Dios que pasa y no vuelve. Por eso te pido, Padre bueno, que me ayudes a percibir tu presencia en lo cotidiano de este día para que con tu gracia pueda ser tu fiel discípulo y misionero. Mis decisiones labran mi destino, que terrible sería que me descuidará y siguiera el camino fácil que ofrece el mundo, por eso te pido me ayudes a vivir con el constante deseo de trabajar por ti.