martes, 19 de enero de 2016

No podemos vivir sin leyes, pues nos ayudan a normar y a dirigir nuestras vidas. Sin embargo, quienes están encargados de la aplicación de éstas, deben tener siempre en cuenta el "espíritu" que las han inspirado y que, en última instancia, es el bien de los individuos y de la comunidad. 



El Evangelio de hoy
Marcos 2, 23-28

Un sábado, Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: "¿Por qué hacen tus discípulos algo que no está permitido hacer en sábado?"

Él les respondió: "¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros".

Luego añadió Jesús: "El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado. Y el Hijo del hombre también es dueño del sábado".


Reflexión
La verdad, a los fariseos no les importaba transgredir la ley, sin embargo, la sabían usar muy bien para su propio beneficio, habían olvidado que la ley nunca puede ser más importante que la caridad.

Siguiendo este principio, el último canon del Derecho Canónico que rige a la Iglesia latina, reza así: "la salvación de las almas es la ley suprema de la Iglesia" (CDC. 1752). No podemos vivir sin leyes, pues nos ayudan a normar y a dirigir nuestras vidas. Desde nuestros hogares, hasta las últimas instituciones las leyes son necesarias. Sin embargo, quienes están encargados de la aplicación de éstas, deben tener siempre en cuenta el "espíritu" que las han inspirado y que, en última instancia, es el bien de los individuos y de la comunidad.

Aquellos a los que Dios nos ha puesto al cuidado de la observancia de la ley (padres, administradores, gobernantes) debemos tener siempre cuidado de no usarla para beneficio particular sino para el bien de los hermanos.


Permite que el amor de Dios llene hoy tu vida. Ábrele tu corazón.
Como María, todo por Jesús y para Jesús.
Pbro. Ernesto María Caro

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