martes, 11 de octubre de 2016

Jesús les va a echar en cara a los fariseos, que en su empeño por salvaguardar los ritos externos, los han absolutizado hasta tal punto, que han perdido la conexión con lo que significaban. 



Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,37-41:
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.»

Fuera-dentro…dentro-fuera

El texto que nos presenta el evangelio pertenece a la segunda parte del evangelio de Lucas, en la que Jesús aparece camino hacia Jerusalén. En el relato, Jesús, al terminar de hablar, es invitado a comer por un fariseo. El Maestro, que se sienta a las mesa con todos (cf. Lc 15,2), como símbolo del banquete del Reino que no excluye a nadie, acepta gustoso.
A priori, nos choca que Jesús, lanzara esta serie de acusaciones tan fuertes contra alguien que le había invitado a comer. Tal vez, el autor del evangelio es el que las coloca aquí para que el oyente (lector) se interrogue sobre la hipocresía y la incoherencia de vida. Lucas describe la sorpresa del fariseo al ver que Jesús no realiza las abluciones rituales antes de comer; lo que aprovecha para presentar esas actitudes de incoherencia entre lo externo y lo interno.
En realidad los fariseos eran los piadosos, los cumplidores de la Ley, pero habían llegado al extremo de convertir las “tradiciones de los padres” en normas religiosas, que trataban de imponer a todo el mundo.
En general, los ritos externos del judaísmo eran símbolos de actitudes internas. Sin embargo, Jesús les va a echar en cara a los fariseos, que en su empeño por salvaguardar los ritos externos, los han absolutizado hasta tal punto, que han perdido la conexión con lo que significaban. Lo acciones rituales se han quedado vacías porque no responde a actitudes interiores. En este caso las abluciones externas, signos de la purificación, no conllevan, a su vez, una limpieza del corazón, o lo que es lo mismo una ética coherente. Podríamos decir que Jesús les echa en cara aquel proverbio chino: “Cuando el sabio con el dedo señala la luna, el tonto mira al dedo”.
También en nuestra vida cristiana, nos ocurre esto. ¿En qué ocasiones doy más importancia a la apariencia que a lo que hay en el corazón; miro al dedo que señala a la luna, en vez de mirar a la propia luna? No podemos perder de vista aquello de Saint- Exupéry: “Lo esencial es invisible a los ojos”.

Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.Hna. Mariela Martínez Higueras O.P.
Congregación de Santo Domingo
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