miércoles, 10 de febrero de 2016

Nos lo sugiere san Pablo: “En nombre de Cristo os pedimos: ¡que os reconciliéis con Dios”. Este esfuerzo de conversión no es solamente una obra humana, es dejarse reconciliar. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito.


Miércoles de ceniza


Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)


Creo en Ti, Dios mío, porque eres la Verdad misma; espero en Ti, porque eres la Bondad y la Misericordia infinita. Te amo sobre todas las cosas, porque a Ti sólo debo amarte, con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú de limosna, que nos sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”.

Palabra del Señor.

Reflexiona lo que Dios te dice en el Evangelio (te sugerimos leer esto que dijo el Papa)


«Queridos hermanos y hermanas: El Señor no se cansa nunca de tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón —todos tenemos necesidad de Él—, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo, purificado del mal, purificado por las lágrimas, para compartir su alegría. ¿Cómo acoger esta invitación? Nos lo sugiere san Pablo: “En nombre de Cristo os pedimos: ¡que os reconciliéis con Dios”. Este esfuerzo de conversión no es solamente una obra humana, es dejarse reconciliar. La reconciliación entre nosotros y Dios es posible gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en sacrificar a su Hijo unigénito. En efecto, Cristo, que era justo y sin pecado, fue hecho pecado por nosotros cuando cargó con nuestros pecados en la cruz, y así nos ha rescatado y justificando ante Dios. “En Él” podemos llegar a ser justos, en Él podemos cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano este “tiempo favorable”. Por favor, detengámonos, detengámonos un poco y dejémonos reconciliar con Dios.

Con esta certeza, comencemos con confianza y alegría el itinerario cuaresmal. Que María, Madre inmaculada, sin pecado, sostenga nuestro combate espiritual contra el pecado y nos acompañe en este momento favorable, para que lleguemos a cantar juntos la exultación de la victoria el día de Pascua. Y en señal de nuestra voluntad de dejarnos reconciliar con Dios, además de las lágrimas que estarán “en lo secreto”, en público realizaremos el gesto de la imposición de la ceniza en la cabeza. El celebrante pronuncia estas palabras: “Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás”, o repite la exhortación de Jesús: “Convertíos y creed el Evangelio”. Ambas fórmulas constituyen una exhortación a la verdad de la existencia humana: somos criaturas limitadas, pecadores siempre necesitados de penitencia y conversión. ¡Cuán importante es escuchar y acoger esta exhortación en nuestro tiempo! La invitación a la conversión es, entonces, un impulso a volver, como hizo el hijo de la parábola, a los brazos de Dios, Padre tierno y misericordioso, a llorar en ese abrazo, a fiarse de Él y encomendarse a Él.» (Homilía de S.S. Francisco, 18 de febrero de 2015).

Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Preferentemente en familia, acudir a recibir la ceniza en una iglesia o capilla cercana.

«Contra ellas (las fuerzas del mal en nosotros) se necesita la lucha permanente a que nos invita de modo particular el tiempo de Cuaresma, y tiene por finalidad el retorno sincero al Padre Celestial, infinitamente bueno y misericordioso. Este retorno, fruto de un acto de amor, será tanto más expresivo y grato a él cuando más acompañado vaya del sacrificio de algo necesario y, sobre todo, de las cosas superfluas.»

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