miércoles, 21 de septiembre de 2016

Jesús llama invitando, no empujando; respeta escrupulosamente nuestra libertad y nos ayuda con su gracia para no equivocarnos en la decisión que tomemos; pero, seguimos siendo libres. El libro del Apocalipsis lo expresa así: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20)



Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 9-13:
En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él se levantó y lo siguió. Y, estando en la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaron con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?»
Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa "misericordia quiero y no sacrificios": que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.»

  • Respuesta de Mateo

Si la llamada es universal, ¿qué pasa con la respuesta? ¿Por qué tiene Jesús tan pocos seguidores? Porque Jesús llama invitando, no empujando; respeta escrupulosamente nuestra libertad y nos ayuda con su gracia para no equivocarnos en la decisión que tomemos; pero, seguimos siendo libres. El libro del Apocalipsis lo expresa así: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,20).
Además de libre, la respuesta, si se da, exige un cambio de vida hacia el estilo de Jesús. Mateo secunda inmediatamente la invitación de Jesús, abandona el mostrador de los impuestos y se pone en camino cambiando de dirección. Abandona su pasado, por más gratificante que le pudiera parecer, y acoge al Señor en su casa, como Zaqueo, como Lázaro, Marta y María y como sus mejores amigos y discípulos. Nunca sabremos cómo discurrió aquel banquete, pero intuimos que Jesús propició que Mateo y sus amigos invitados empezaran a gustar, aunque de forma incipiente, el sabor nuevo del banquete del Reino, donde todo es distinto y donde la misericordia, la compasión, la filiación y la fraternidad lo cambian todo.
¿Vivimos como Mateo el don y regalo de la llamada que también a nosotros nos ha hecho el Señor?
¿Invitamos, como él, a los amigos, aunque no piensen como nosotros, a celebrar lo que, sin mérito alguno, se nos ha ofrecido y hemos aceptado?

Fray Hermelindo Fernández RodríguezFray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino
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