Jesús
resucitado sigue haciendo resonar su voz entre nosotros, y nos hace
arder el corazón cuando nos disponemos a escucharla, y cuánto más en
éste mes en que la Iglesia nos invita a profundizar nuestra relación con
la Palabra. Él sigue levantando su voz en medio de las situaciones de
violencia, de adicciones y situaciones de muerte en la que la juventud
esta tentada ha instalarse.
El levantarse, ponerse de pie, es signo de una persona viva, de una persona resucitada.
Fuente: http://www.oleadajoven.org.ar/index.php/Articulos/5026
Un sábado, entró Jesús en la
sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenla parálisis en el
brazo derecho. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si
curaba en sábado, y encontrar de qué acusarlo.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Pero él, sabiendo lo que pensaban, dijo al hombre del brazo paralítico: «Levántate y ponte ahí en medio.» Él se levantó y se quedó en pie.
Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir?»
Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»
Él lo hizo, y su brazo quedó restablecido. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué había que hacer con Jesús.
Reflexión: P. David Silva, encargado de la Pastoral Juvenil de la Diócesis de Cruz del Eje
En
el Evangelio de hoy, San Lucas, nos cuenta que Jesús entró en la
Sinagoga y comenzó a enseñar. En medio de toda la gente que allí estaba
presente se encuentra éste hombre con su mano paralizada. Todo se lleva a
cabo ante la mirada atenta de los escribas y fariseos que buscaban algo
de que acusar a Jesús. Jesús conociendo el pensamiento de ellos, les
hace la pregunta que va a preparar la curación del Hombre de su mano
paralizada.
Pero
yendo hacia el corazón de éste texto, nos encontramos con Jesús que
sana al enfermo. La salud del enfermo es fruto del encuentro con Jesús.
El enfermo es el que vive en la necesidad, en la debilidad, el que no
tiene estabilidad de modo que siempre depende de otros. Nada puede por
sí solo. Ante ésta situación el enfermo escucha dos invitaciones de
Jesús que le dice: “levántate” y “extiende tu mano”. En éstas dos
invitaciones Jesús tiene la iniciativa, es Jesús quien da el primer
paso, y lo hace por puro amor. El hombre nada le ha pedido, Jesús actúa
con libertad, por pura gratuidad.
Jesús
resucitado sigue haciendo resonar su voz entre nosotros, y nos hace
arder el corazón cuando nos disponemos a escucharla, y cuánto más en
éste mes en que la Iglesia nos invita a profundizar nuestra relación con
la Palabra. Él sigue levantando su voz en medio de las situaciones de
violencia, de adicciones y situaciones de muerte en la que la juventud
esta tentada ha instalarse.
El levantarse, ponerse de pie, es signo de una persona viva, de una persona resucitada.
Y
así podemos iluminar la experiencia propia de la juventud “Levántate”
joven que Jesús te llama a seguirlo. “Levántate” de tu parálisis que no
te permite expresarte con libertad. Levántate de tu comodidad, de tus
caprichos, Jesús y tus hermanos te necesitan de pie, listo para caminar
en Él, junto a los demás.
También
“Extiende tu mano”, extiende hacia él tu debilidad, para que en ti se
manifieste su fuerza. “Extiende” tu corazón, tu voluntad, tu libertad,
tu pensar hacia Él, porque solo Él tiene vida plena para darnos. Porque
Él “nada quita, y lo da todo”, nos decía Benedicto el día de inicio en
su ministerio como sucesor de Pedro. “Extiende tu herida”, porque Él es
nuestro Buen Pastor que nos venda y nos cura, con el aceite de su
misericordia y de su consuelo.
Solo
una Juventud de pie, que constantemente extiende su vida al Señor, es
capaz de levantar a otros, es capaz de expresar la verdad de que Jesús
es el único Salvador, que espera nuestro aporte, para que él obre en
nosotros aquello que para nosotros es imposible.
“Levántate y extiende tu mano”, Jesús nos espera. Hagámoslo, sin temor y con amor.
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