viernes, 23 de diciembre de 2016

Señor, Tú sabes qué es lo que me preocupa y angustia, por eso, en este momento, quiero pedirte que renueves en mí la esperanza y la fuerza de tu paciencia. Quiero que ayudes a mi corazón a tener paz y a permanecer tranquilo en todas las situaciones que estoy viviendo. Quiero saberme acompañado por Ti. Quiero saber que estás soplando la fuerza de tu Espíritu para que mi corazón se hinche con su presencia y esté preparado para seguir avanzando. A veces fallo, lo sé, y no soy tan preciso en mis demostraciones de amor, pero Tú sabes que son errores y no es lo que quiero hacer, Te quiero Señor, quiero servirte para siempre. Amén
Evangelio del día: La luz recibida de Dios es para donarla a los demás
Lucas 1,57-
66 - IV viernes de Adviento: La Iglesia debe escuchar la Palabra de Jesús y hacerse voz, proclamarla con coraje

Santo Evangelio según San Lucas 1,57-66

El nacimiento de Juan el Bautista: Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?" Porque la mano del Señor estaba con él" Palabra del Señor.

Reflexión del Papa Francisco

La figura de Juan Bautista no es siempre fácil de entender. Cuando pensamos en su vida es un profeta, un hombre que fue grande y luego termina como un desgraciado. Entonces ¿quién es Juan? Él mismo lo explica: "Yo soy una voz, una voz en el desierto", pero es una voz sin Palabra, porque la Palabra no es Él, es otro.
He aquí cual es el misterio de Juan: Jamás se apodera de la Palabra, Juan es aquel que indica, aquel que señala.
El sentido de la vida de Juan es indicar a otro... Juan era el hombre de la luz, llevaba la luz, pero no era luz propia, era una luz reflejada. Juan es como una luna y cuando Jesús comenzó a predicar, la luz de Juan comenzó a disminuir y a apagarse”. Voz no Palabra, luz, pero no propia.
[...] La Iglesia existe para proclamar, para ser voz de una Palabra, de su esposo, que es la Palabra. Y la Iglesia existe para proclamar esta Palabra hasta el martirio. Martirio precisamente en las manos de los soberbios, de los más soberbios de la Tierra.
Juan podía hacerse importante, podía decir algo por sí mismo... sólo esto: indicaba, se sentía voz, no Palabra. El secreto de Juan. ¿Por qué Juan es santo y no ha pecado? Porque jamás, tomó una verdad como propia. No quiso hacerse ideólogo. El hombre que se negó a sí mismo, para que la Palabra descienda.
Y nosotros, como Iglesia, podemos pedir hoy la gracia de no convertirnos en una Iglesia ideologizada…
La Iglesia debe escuchar la Palabra de Jesús y hacerse voz, proclamarla con coraje. Aquella es la Iglesia sin ideologías, sin vida propia: la Iglesia que es el ‘mysterium lunae’, que tiene la luz de su Esposo y debe disminuir, para que Él crezca.
Este es el modelo que Juan nos ofrece hoy, para nosotros y para la Iglesia. Una Iglesia que esté siempre al servicio de la Palabra. Una Iglesia que jamás tome nada para sí misma.
Hoy en la oración hemos pedido la gracia del gozo, hemos pedido al Señor de alegrar esta Iglesia en su servicio a la Palabra, de ser voz de esta Palabra, predicar esta Palabra.
Pidamos la gracia de imitar a Juan, sin ideas propias, sin un Evangelio tomado como propiedad, sólo una Iglesia voz que indica la Palabra... ¡Así sea!. (Homilía en Santa Marta, 24 de Junio de 2013)

Oración de Sanación

Padre amado, quiero que vengas hoy sobre mí, con todo tu poder, con todo tu amor, y hazme sentir el gozo de vivir entre los que te adoran y te convierten en su primera opción de vida.
Hoy, quiero que hagas saltar de alegría a mi alma como lo hiciste con San Juan Bautista. Quiero sentir tu fuego abrazador, tu grandeza, tus Palabras llenas de esperanzas que sacuden mis miedos y me hacen salir de mis propios desiertos.
Me gustaría aprender a proclamar tu amor y tu verdad aunque a muchos no les agrade. Quisiera tener la valentía y la fe como la de Juan el Bautista, que señaló tus caminos entregado a tu proyecto de vida.
Que pueda yo aprender de su ejemplo, a imitarlo en esa coherencia de fe que no se doblega ante las amenazas o improperios. A que, con la ayuda de tu amor, sea fuerte y valiente en la prueba y las dificultades.
Quiero también sentir que disminuyo a medida que te doy a conocer, porque sólo Tú debes brillar, sólo Tú eres grande, quien debe resaltar desde todos mis entrañas hasta donde me alcance la voz.
Quiero ser testimonio de tu amor y que todas mis acciones estén llenas de Ti, de tu bondad. Que quien esté a mi lado, pueda reconocerte a Ti, reconocer tu rostro de compasión
Ayúdame, con tu poder, a superar todos mis obstáculos en mi interior, que no me permiten anunciarte en todos mis ámbitos.
Ven y silencia mi mente, rompe toda atadura mundana y libérala de todo aquello que me separa de una vida de gozo junto a Ti. Amén

Propósito para hoy

Hoy, durante alguna de mis comidas, buscaré que un tema conversación que esté relacionado con Dios y hablaré sobre su compasión y bondad.

Frase de reflexión:

"La experiencia del amor misericordioso del Padre nos hace más capaces de compartir esta alegría con los demás". Papa Francisco

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