Amado Jesús, gracias por tu amor y tu paz que en este momento de oración
estoy recibiendo. Quiero solicitarte hoy tu ayuda poderosa para
librarme de las trampas de aquellos que quieren verme caer. Ven y actúa
con toda tu protección y que tu gracia me abrigue y me conforte en medio
de esta prueba. Quiero vivir para Ti, amarte y abrirme a nuevas
experiencias de amor que me regalas a diario. Te pido por todos aquellos
que están alejados de tu Palabra para que también puedan conocer todas
tus bondades. Ayúdame a vivir comprometido con el bien y hacer lo que Tú
quieres que haga. Amén
Aquella gente no estaba abierta a la Palabra de Dios. Su rechazo no es al mensaje, es al mensajero. Rechazan a Juan el Bautista, que no come y no bebe pero dicen que ¡es un endemoniado!. Rechazan a Jesús, porque dicen que es un glotón, un borracho, amigo de publicanos y pecadores. Siempre tienen un motivo para criticar al predicador.
Y ellos, la gente de aquel tiempo, preferían refugiarse en una religión más elaborada: en los preceptos morales, como aquel grupo de fariseos; en el compromiso político, como los saduceos; en la revolución social, como los zelotas; en la espiritualidad gnóstica, como los esenios. Con su sistema bien limpio, bien hecho. Pero al predicador, no.
Jesús les hace recordar: "Sus padres han hecho lo mismo con los profetas". El pueblo de Dios tiene una cierta alergia por los predicadores de la Palabra: a los profetas, los ha perseguido, los ha asesinado.
Estas personas dicen aceptar la verdad de la revelación, pero al predicador, la predicación, no. Prefieren una vida enjaulada en su preceptos, en sus compromisos, en sus planes revolucionarios o en su espiritualidad desencarnada. Son aquellos cristianos siempre descontentos de lo que dicen los predicadores.
Estos cristianos que son cerrados, que están enjaulados, estos cristianos tristes … no son libres. ¿Por qué? Porque tienen miedo de la libertad del Espíritu Santo, que viene a través de la predicación. Y este es el escándalo de la predicación, del que hablaba San Pablo: el escándalo de la predicación que termina en el escándalo de la Cruz.
Escandaliza el hecho que Dios nos hable a través de hombres con límites, hombres pecadores: ¡escandaliza! Y escandaliza más que Dios nos hable y nos salve a través de un hombre que dice que es el Hijo de Dios y que termina como un criminal. Eso escandaliza.
Estos cristianos tristes no creen en el Espíritu Santo, no creen en aquella libertad que viene de la predicación, que te advierte, te enseña, te abofetea, también; pero que es precisamente la libertad que hace crecer a la Iglesia. (Homilía en Santa Marta, 13 de diciembre de 2013)
Santo Evangelio según San Mateo 11,16-19
Reproche de Jesús a los suyos: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos ¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: "¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!" Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: "¡Ha perdido la cabeza!" Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores". Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras" Palabra del Señor.Reflexión del Papa Francisco
Jesús compara la generación de su tiempo con aquellos muchachos siempre descontentos que no saben jugar con felicidad, que rechazan siempre la invitación de los otros: si hay música, no bailan; si se canta un canto de lamento, no lloran … ninguna cosa les está bien.Aquella gente no estaba abierta a la Palabra de Dios. Su rechazo no es al mensaje, es al mensajero. Rechazan a Juan el Bautista, que no come y no bebe pero dicen que ¡es un endemoniado!. Rechazan a Jesús, porque dicen que es un glotón, un borracho, amigo de publicanos y pecadores. Siempre tienen un motivo para criticar al predicador.
Y ellos, la gente de aquel tiempo, preferían refugiarse en una religión más elaborada: en los preceptos morales, como aquel grupo de fariseos; en el compromiso político, como los saduceos; en la revolución social, como los zelotas; en la espiritualidad gnóstica, como los esenios. Con su sistema bien limpio, bien hecho. Pero al predicador, no.
Jesús les hace recordar: "Sus padres han hecho lo mismo con los profetas". El pueblo de Dios tiene una cierta alergia por los predicadores de la Palabra: a los profetas, los ha perseguido, los ha asesinado.
Estas personas dicen aceptar la verdad de la revelación, pero al predicador, la predicación, no. Prefieren una vida enjaulada en su preceptos, en sus compromisos, en sus planes revolucionarios o en su espiritualidad desencarnada. Son aquellos cristianos siempre descontentos de lo que dicen los predicadores.
Estos cristianos que son cerrados, que están enjaulados, estos cristianos tristes … no son libres. ¿Por qué? Porque tienen miedo de la libertad del Espíritu Santo, que viene a través de la predicación. Y este es el escándalo de la predicación, del que hablaba San Pablo: el escándalo de la predicación que termina en el escándalo de la Cruz.
Escandaliza el hecho que Dios nos hable a través de hombres con límites, hombres pecadores: ¡escandaliza! Y escandaliza más que Dios nos hable y nos salve a través de un hombre que dice que es el Hijo de Dios y que termina como un criminal. Eso escandaliza.
Estos cristianos tristes no creen en el Espíritu Santo, no creen en aquella libertad que viene de la predicación, que te advierte, te enseña, te abofetea, también; pero que es precisamente la libertad que hace crecer a la Iglesia. (Homilía en Santa Marta, 13 de diciembre de 2013)
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