lunes, 21 de noviembre de 2016

Si no somos capaces de que nuestra vida sea ofrenda a Dios, el aroma de nuestro bautismo se disipa y se pierde.



Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,1-4:
En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: «Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

  • «Ha echado todo lo que tenía para vivir»

Para mantener vivo el aroma y frescor del óleo del bautismo la Palabra de Dios, a través de la Buena Noticia de Lucas, nos muestra el método: ofrecernos a Dios. La viuda no entrega dos monedillas, entrega lo que tiene para vivir. Eso significa que entrega su vida, no se conforma con entregar, como los ricos, lo que le sobra: misa, confesión, oraciones, obras de misericordia… sólo por cumpli-miento o por aparentar. Eso es endiosarnos por no ser capaces de ponernos en las manos de Dios como lo hizo la viuda, que se ofrece enteramente a la providencia divina. Si no somos capaces de que nuestra vida sea ofrenda a Dios, el aroma de nuestro bautismo se disipa y se pierde, cayendo en las tentaciones de adoptar otras marcas que no son las del Cordero; y, además, no podremos decir con disposición y disponibilidad las palabras de María: «¡Hágase en mí según tu Palabra!» (Lc 1, 38). María misma, la Virgen Madre de Dios, fue ofrecida al Templo. El Protoevangelio de Santiago -escrito apócrifo- cuenta cómo los padres de la Virgen María -Joaquín y Ana- la llevaron siendo niña al templo de Jerusalén y allí la dejaron por un tiempo, junto con otro grupo de niñas, para ser instruida muy cuidadosamente respecto a la religión y a todos los deberes con Dios. Esta celebración mariana -de la que hacemos memoria hoy y que se celebra en el cristianismo oriental desde el año 543, a partir de la dedicación de la Iglesia de Santa María la Nueva en Jerusalén, y que el Papa Sixto V (s. XVI) impuso para toda la Iglesia- nos hace ver que, tras aquella ofrenda al templo, María seguirá toda ella y para toda la vida siendo una ofrenda viva y constante a Dios.

¿Qué significa poseer la marca del Cordero sobre mi frente? ¿«Recuerdo» y vivo mi bautismo?
¿Soy consciente de que no hay mayor y mejor ofrenda a Dios que yo mismo? ¿Cómo lo vivo y manifiesto?
D. Juan Jesús  Pérez Marcos O.P.D. Juan Jesús Pérez Marcos O.P.
Fraternidad Laical Dulce Nombre de Jesús de Jaén

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