martes, 8 de noviembre de 2016


Cada vez que nos colocamos en la vida desde la perspectiva de lo que “merecemos”, estamos saliendo de la dinámica vital en la que Jesús nos invitó a entrar. Y eso nos priva de disfrutar del don. Porque no es que no recibamos, sino que lo que recibimos es algo que se nos da por pura misericordia, por puro amor.









Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 7-10:

En aquel tiempo, dijo el Señor: «Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."»


Oramos con la Palabra

“Hemos hecho lo que teníamos que hacer”

Los cuatro versículos de Lucas que hoy escuchamos en el evangelio vienen a subrayar lo que apuntábamos hace un momento. Jesús utiliza una imagen sumamente clara. Aquí no estamos para ganar batallas en relación con los méritos que seamos capaces de cosechar. Y la fuerza de la comparación que Jesús emplea me sugiere que para nosotros puede ser una tendencia “natural” el esforzarnos cuanto sea necesario para conseguir reconocimiento, consideración, cariño, status, control, ciertas cotas de poder… tantas cosas como a veces pensamos que necesitamos para “ser”, para tener una identidad, y que ingenuamente creemos que nos llegará desde “fuera” y que somos capaces de “merecer”…

Este pasaje me evoca la tentación de los Zebedeos (que al final era la tentación de todos los discípulos) cuando pretenden que Jesús les conceda un puesto a su derecha y otro a su izquierda en su Reino. Estaban absolutamente dispuestos a pasar por lo que hiciera falta, pero no por vivir el seguimiento al que Jesús deseaba invitarles, sino para alcanzar un lugar preeminente.

Cada vez que nos colocamos en la vida desde la perspectiva de lo que “merecemos”, estamos saliendo de la dinámica vital en la que Jesús nos invitó a entrar. Y eso nos priva de disfrutar del don. Porque no es que no recibamos, sino que lo que recibimos es algo que se nos da por pura misericordia, por puro amor. Nuestras obras, tareas, logros, fracasos, éxitos, esfuerzos… se quedan exactamente en el nivel en el que Jesús las ha colocado: no se nos debe nada, “hemos hecho lo que teníamos que hacer”.


Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo

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