jueves, 17 de noviembre de 2016

Él está llegando con su amor, con su amor creador y su amor redentor, pero quiere nuestra respuesta, nos hace hijos suyos para que le respondamos con nuestro amor, y así nuestra salvación no sea solamente un don suyo, sino también un mérito nuestro.




Evangelio según San Lucas 19,41-44

"Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: "¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios".

Palabra de Dios
 


Reflexión: Monseñor Estanislao Karlic Obispo Emérito de la Arquidiócesis de Paraná

El Evangelio de San Lucas nos dice: “Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, (habla de Jesús) se puso a llorar por ella, diciendo “Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz. Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas te cercarán y te atacarán por todas partes, te arrasarán junto con tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios.”



En este punto quisiéramos nosotros detenernos en nuestra meditación, “porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios”. El Evangelio nos quiere advertir sobre la necesidad de estar atentos al momento en que Dios se acerca a nosotros, porque el Señor siempre quiere darnos algo nuevo, quiere llamarnos con todo su amor a la respuesta de nuestra vida.



El tiempo, hemos dicho algunas veces, no es algo que pasa, es alguien que viene, Jesucristo. Como decimos, hablando de Navidad, el tiempo es un Adviento, un advenimiento, el de Jesús. Dios que nos creó sin nosotros, no nos salvará sin nosotros. Él está llegando con su amor, con su amor creador y su amor redentor, pero quiere nuestra respuesta, nos hace hijos suyos para que le respondamos con nuestro amor, y así nuestra salvación no sea solamente un don suyo, sino también un mérito nuestro.



Podemos y debemos responder con toda la fuerza de nuestra voluntad, con toda la fuerza de nuestra libertad. Nos ofrece la gracia y la gloria, se nos ofrece como vida nuestra, a todos, siempre. Esta es nuestra dignidad, el poder ser hijos de Dios, el participar, cuando nos abrimos al amor del Señor, de la vida de Jesús; estamos llamados a ser hijos para obrar como hijos, es decir, estamos llamados a participar del misterio filial de Jesús, y estamos llamados a participar de su amor gratuito, generoso, hasta la muerte.



Eso lo sabemos de Jesús, como nuestro destino permanente, hoy también, hoy nos llama, hoy nos visita, hoy nos impulsa a la buena respuesta, hoy podemos y debemos responder. Qué maravilla es descubrir así la grandeza de todo momento, qué maravilla es descubrir que hoy puedo hacer algo que merezca la gloria eterna, porque hoy puedo responder amando, con toda la fuerza de mi alma y cumplir la voluntad de Dios.



Esto no es fácil, el Señor debió entregarse en la cruz para acabar de redimirnos, hoy también nosotros debemos participar de ese amor crucificado, para vencer como Él venció, ser bueno es vencer la tentación de la maldad, la tentación del pecado, es bueno el que vence. Hoy es día de victoria, también en la Argentina, también en este mundo, también para mí; hoy es día de victoria porque hoy es día capaz de mi obediencia evangélica al Señor.



Intentamos así la solemnidad de la vida, en la confianza de la vida de familia, cada momento tiene que tener esta profundidad, viviendo como hijos delante de nuestro Padre, como Jesús está eternamente delante de su Padre Dios; vivir en esa confianza pero con toda la responsabilidad de saber que tenemos que hacer siempre su voluntad, toda su voluntad. La solemnidad de la vida es el amor de la obediencia que imita a Jesús; siempre, si tenemos la gracia de dejarnos ganar por Jesucristo, siempre podremos vivir esta profundidad de nuestro misterio.



Hoy sé que estoy viviendo, bendito sea el Señor, hoy sé que estoy llamado a cumplir con esta maravilla; amar como Jesús me amó, amar con un amor total como el de Jesús en la cruz, que mereció la Resurrección. Si así es la respuesta, así también será hoy la gracia que el Señor me dará, que es comienzo de la gloria eterna. Que así sea.

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