Él está llegando con su amor, con su amor
creador y su amor redentor, pero quiere nuestra respuesta, nos hace
hijos suyos para que le respondamos con nuestro amor, y así nuestra
salvación no sea solamente un don suyo, sino también un mérito nuestro.
Evangelio según San Lucas 19,41-44
"Cuando
estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: "¡Si
tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero
ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que
tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por
todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti,
y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer
el tiempo en que fuiste visitada por Dios".
Palabra de Dios
Reflexión: Monseñor Estanislao Karlic Obispo Emérito de la Arquidiócesis de Paraná
El
Evangelio de San Lucas nos dice: “Cuando estuvo cerca y vio la ciudad,
(habla de Jesús) se puso a llorar por ella, diciendo “Si tú también
hubieras comprendido en este día el mensaje de paz. Pero ahora está
oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos
te cercarán con empalizadas te cercarán y te atacarán por todas partes,
te arrasarán junto con tus hijos que están dentro de ti, y no dejarán
en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en
que fuiste visitada por Dios.”
En
este punto quisiéramos nosotros detenernos en nuestra meditación,
“porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por
Dios”. El Evangelio nos quiere advertir sobre la necesidad de estar
atentos al momento en que Dios se acerca a nosotros, porque el Señor
siempre quiere darnos algo nuevo, quiere llamarnos con todo su amor a la
respuesta de nuestra vida.
El
tiempo, hemos dicho algunas veces, no es algo que pasa, es alguien que
viene, Jesucristo. Como decimos, hablando de Navidad, el tiempo es un
Adviento, un advenimiento, el de Jesús. Dios que nos creó sin nosotros,
no nos salvará sin nosotros. Él está llegando con su amor, con su amor
creador y su amor redentor, pero quiere nuestra respuesta, nos hace
hijos suyos para que le respondamos con nuestro amor, y así nuestra
salvación no sea solamente un don suyo, sino también un mérito nuestro.
Podemos
y debemos responder con toda la fuerza de nuestra voluntad, con toda la
fuerza de nuestra libertad. Nos ofrece la gracia y la gloria, se nos
ofrece como vida nuestra, a todos, siempre. Esta es nuestra dignidad, el
poder ser hijos de Dios, el participar, cuando nos abrimos al amor del
Señor, de la vida de Jesús; estamos llamados a ser hijos para obrar como
hijos, es decir, estamos llamados a participar del misterio filial de
Jesús, y estamos llamados a participar de su amor gratuito, generoso,
hasta la muerte.
Eso
lo sabemos de Jesús, como nuestro destino permanente, hoy también, hoy
nos llama, hoy nos visita, hoy nos impulsa a la buena respuesta, hoy
podemos y debemos responder. Qué maravilla es descubrir así la grandeza
de todo momento, qué maravilla es descubrir que hoy puedo hacer algo que
merezca la gloria eterna, porque hoy puedo responder amando, con toda
la fuerza de mi alma y cumplir la voluntad de Dios.
Esto
no es fácil, el Señor debió entregarse en la cruz para acabar de
redimirnos, hoy también nosotros debemos participar de ese amor
crucificado, para vencer como Él venció, ser bueno es vencer la
tentación de la maldad, la tentación del pecado, es bueno el que vence.
Hoy es día de victoria, también en la Argentina, también en este mundo,
también para mí; hoy es día de victoria porque hoy es día capaz de mi
obediencia evangélica al Señor.
Intentamos
así la solemnidad de la vida, en la confianza de la vida de familia,
cada momento tiene que tener esta profundidad, viviendo como hijos
delante de nuestro Padre, como Jesús está eternamente delante de su
Padre Dios; vivir en esa confianza pero con toda la responsabilidad de
saber que tenemos que hacer siempre su voluntad, toda su voluntad. La
solemnidad de la vida es el amor de la obediencia que imita a Jesús;
siempre, si tenemos la gracia de dejarnos ganar por Jesucristo, siempre
podremos vivir esta profundidad de nuestro misterio.
Hoy
sé que estoy viviendo, bendito sea el Señor, hoy sé que estoy llamado a
cumplir con esta maravilla; amar como Jesús me amó, amar con un amor
total como el de Jesús en la cruz, que mereció la Resurrección. Si así
es la respuesta, así también será hoy la gracia que el Señor me dará,
que es comienzo de la gloria eterna. Que así sea.
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